Valentina la miró con los ojos llenos de lágrimas. — ¿Qué más vas a decirme? ¿Acaso no ha sido suficiente con haberme destruido la vida como lo has hecho durante todos estos años? Y aun así, tienes el cinismo de decirme que hay algo más que debo saber.
— Sí, aunque te cueste creerlo, yo me siento muy arrepentida por todo lo que te he hecho. Y no quiero que te vayas sin antes pedirte perdón.
— ¿Perdonarte? ¡Ja! Suena tan fácil decirlo. La verdad es que yo venía dispuesta a perdonarte, y no pensaba hacerlo por ti, sino por mí, para poder al fin liberarme de esta carga que he llevado todos estos años. Pero no contaba con que me iba a enterar de que ese hombre al que siempre vi como mi ídolo no es mi verdadero padre.
— Por favor, Valentina, no me dejes así. Al menos déjame morir en paz. —Valentina la miró y le dijo: — Que te perdone Dios, porque yo no puedo.
Enseguida se marchó, dejando a Laura llena de impotencia y dolor al saber que podía morir en cualquier momento sin el perdón de