—Adriana y yo nos conocimos cuando teníamos 6 años, sus verdaderos padres se mudaron cerca de mi casa y los invitamos para mi cumpleaños como bienvenida de sus vecinos. Ese día, estaba rodeado de muchos amigos de la escuela, pero a ninguno les prestaba atención como a ella, me había enamorado a primera vista, aun siendo un niño. Conversábamos cosas de pequeños, jugábamos a las escondidas, y otras cosas hasta lo que terminó mi cumpleaños. Mis padres y los suyos notaron lo feliz que éramos, por lo que no tuvieron problema en que pasáramos juntos todos los días, sea en mi casa o la de ella.—¿Estudiaron juntos en la primaria?—No, pero su escuela quedaba cerca de la mía, así que compartíamos el camino de regreso junto a nuestros padres. Todos los años era la misma rutina; compartíamos el camino de regreso, yo la invitaba a mi casa y ella a la suya hasta que pasaron 5 años.—¿Qué ocurrió?—Teníamos once años cuando su madre falleció, mis padres nunca me dijeron el porqué, aún era pequeño
—Si seguían juntos por qué…—Llegó el día en el que planeamos junto a Emmanuel su reencuentro, y no pude evitar sentir celos, mi comportamiento cambió, y eso afectó nuestra relación, creí que habíamos regresado porque ella sentía algo por mí, pero al final no quería sentirse sola.—Ella si te quería…—No lo suficiente como para no romper conmigo cuando te vio de nuevo.—No lo sabía…—Y aunque la quise siempre para mí, sabía que ella aún no te había superado. Creímos que, como se volvieron a encontrar, ella recordaría más sobre Jaime, pero no funcionó.—Y yo que creía que intentaban advertirme y todo este tiempo me estuvieron usando, ¡malditos imbéciles! —La biblioteca permaneció en silencio por unos segundos.—Dormiré, deberías hacer lo mismo —dijo Carlos tapándose con la sábana, ignorando el comportamiento de Alex.—¡Maldito! —maldijo Alex a Carlos—. Espero te sigas sintiendo culpable por todo lo que está pasando —Se acomodó bajo la colcha.—Solo espero que un día ella me perdone —su
—Parece que tengo fans conmigo —dijo Alex bromeando. —No exactamente, pero necesitamos trabajar, no podemos perder más tiempo, cada segundo, cada minuto, cuenta. —¿Nadie es normal aquí? Nadie se preocupa por su salud. —No hay tiempo para eso. Ellos nos están esperando en el comedor, tomarás tu desayuno y luego nos alcanzas en la sala de estudio; está a mano derecha del comedor, Edison te resguardará —dijo Carlos ignorando la actitud de Alex. —Así que va en serio lo de los guardias. —Sí, nos vemos después. Carlos se retiró y se dirigió a la sala de estudio donde lo esperaban Luis y Emmanuel mientras que Alex se sacudía la ropa para dirigirse al comedor. Tal como le había dicho Carlos, lo esperaba un omelette bien preparado y jugo de mora servido en copa de vino en su puesto; no pudo evitar comerlo con rapidez, su hambre no cesaba, no después por lo que tuvo que pasar. Terminó su plato y se dirigió a Edison. —¿Dónde queda la sala de estudio? —Sígame señor es por aquí. —¿Tú será
—No creo que haya mentido cuando hablaba de ti y expresaba lo mucho que quería volverte a ver —dijo Lupe.—¿Lo estuvo planeando por mucho tiempo? —pregunté.—Sí.—Maldito bastardo —susurré asegurándome que no me escuchara—. No puedo creer que aún lo hiciera, Dios, después de tanto tiempo.—No sé a qué se refiere, señorita.—Es normal que no te lo haya contado, si lo hiciera, hubieses tratado de huir de aquí.—También me comentó sobre la actitud que tomaría cuando regresara.—Me conoce bien, pero ven, siéntate alado mío, te contaré una pequeña historia sobre su apreciada sala de estudio.—No creo que sea conveniente, debe tener mucha hambre, ¿quiere que le prepare algo en específico?—Yo estoy bien, ¿tú ya comiste?—No se preocupe por mí.—Entonces sigamos con la historia.—¿Y si el señor Jaime regresa?—No lo hará, cada mañana se va a las ocho, y regresa a las 7 de la noche, todos los días.—Es impresionante.—Sí, yo también me sorprendo de cuántas cosas recuerdo ahora, ¿no ha cambiad
—Hija, levántate —dijo Jaime.—Necesito dormir, estoy muy cansada.—Solo será un momento.Abrí la puerta, y ahí estaban Jaime y Nathan parados en mi puerta, no los miré a los ojos y me volví a acostar, arropándome por completo con la colcha,—Te tengo que pedir un favor, sé que nuestra relación se desmoronó, pero te prometo que solo quiero recuperar a mi hija.—No soy tu hija.—Yo te crie.—Me arrebataste de mi verdadero padre, eso no te da derecho a llamarme hija.—Algún día entenderás de que él no era un verdadero padre, vender a su propia hija por problemas de drogas…—Es la misma mentira que le dices a las chicas que traes aquí como a Lupe.—Ella es ingenua, cree cualquier cosa que le diga y ordene.—Así como yo te creí por bastante tiempo.—He cambiado, he recapacitado, y quiero que mi hija vuelva a confiar en mí.—Eso no va a pasar, yo también he cambiado y para bien.—Te puedo asegurar que tu padre también, solo debes darme una oportunidad.—¿Quieres que te de una oportunidad?
Mi equipo de trabajo fue invitado a una de las convenciones de cómics más grandes del país, por lo que debíamos dejar organizado todo lo que necesitaríamos para el fin de semana. Carlos siempre fue mi gran apoyo y nunca cambió su trato conmigo pese a todos los roces que tuvimos y que nos llevó a terminar nuestra relación sentimental para que no influyera en nuestro flujo de trabajo; y aun así puedo decir con firmeza, que, si no fuera por él, probablemente no hubiésemos conseguido un puesto dentro de este gran evento. Siempre se categorizó por ser una persona ordenada y muy persuasiva, eran pocas las personas que se negaban a lo que él les pedía, incluyéndome.El día llegó y nos instalamos junto a los demás artistas, entre nacionales e internacionales. Luego de una mañana agotadora recorrí el lugar con Carlos. Todas las esculturas e ilustraciones de cada artista poseían detalles inigualables, y aunque en su mayor parte apuntaba a un ámbito conocido, los trabajos de él eran diferentes.
El bus paró en frente de mí dejando pasajeros. Subí y me senté en el cuarto puesto de atrás. Quería evitar las miradas de los demás y quería concentrarme en lo más importante, la salida. Mi alarma de las seis en el celular sonó y me levantó de un solo golpe, nos estábamos acercando a mi parada, y aún permanecía sentada.—¡Espere! —apreté el botón de parada y me bajé—. ¡Gracias!Di un traspié por estar muy volada, pero por suerte no me di de bruces contra el inmaculado suelo de la calle. Caminé lo más rápido que pude hacia el centro de convenciones. Emmanuel y Alex estaban esperando, estaban relajados conversando entre ellos, de seguro no era la primera mujer que los había hecho esperar.—Disculpen la demora, mi bus se retrasó y el tráfico era un desastre —agaché un poco mi cabeza por la vergüenza, tenía esa costumbre asiática que Carlos nunca comprendió por qué lo hacía.—No te preocupes, acabamos de llegar también —mintió Alex.—Mencionabas que el restaurante quedaba cerca de aquí —d
—¡Carlos!, me has estado siguiendo —dije sin pensarlo.—¡Claro que sí! ¿con qué derecho sales a solas con él? —preguntó como si esperaba que Alex perdiera el control.—Te dije que todas son iguales, Alex —dijo Emmanuel e intentó colocarse entre los dos.—¡Deja de meterte en mis asuntos, Emmanuel! —me miró—. ¿Estás saliendo con él?—No, no lo escuches. Él no tiene ningún derecho de hablarme de esa forma.—¿Por qué no le dices la verdad Adriana? Ayúdalo a recordar —dijo Emmanuel.—¿De qué está hablando? —me preguntó confundido.—Debemos irnos —dije mientras halaba de su mano.—¡Adriana, detente! —gritó Carlos, pero no obedecí.Sin embargo, al girar en un rincón oscuro, tres hombres encapuchados bloquearon nuestro camino. Nos miraron con ira en sus ojos. El que se encontraba frente a Alex golpeó su cara con el puño. Cayó inconsciente al suelo de inmediato. Mientras que el que estaba a mi lado me embistió con un golpe en mi estómago, me desvanecí junto a él. Podía sentir como nos llevaro