—No serás puesto a prueba, porque no creo en juegos tontos —le aseguró Daniela, con energía.
Después del almuerzo y recoger la mesa, entraron en la casa para sentarse en la sala con bebidas frías a la mano, mientras Daniela solicitaba detalles de los lugares en los que Juan estuvo y el relato de los incidentes que presenció. Le habló de cosas que la hicieron abrir los ojos con asombro, después conmoverse hasta las lágrimas al describir sus experiencias de cuando empezó a hacer reportajes en el Lejano Oriente, pasando por otras atribuladas regiones del mundo, principalmente en África y en el Golfo de Ormuz.
—Quería ir la Franja de Gaza, pero no se me hizo —pronunció con pesar.
Daniela palideció al pensar en el peligro al que estuvo expuesto y lo observó interrogante por encima de su vaso.
— ¿Y ahora? ¿Te quedarás aquí en adelante?
Juan Carlos la miró fijamente.
—Puede ser. Depende.
— ¿De qué?
—De los incentivos que tenga para permanecer aquí.
—Te refieres al libro.
—A eso y a otras