Dándose cuenta de su sorpresa, él sonrió. Lo hizo de verdad, pero muy levemente.
— Naturalmente. Mi esposa desea criar a sus nietos en nuestra propia mansión.
Daniela tardó varios segundos en contener su incredulidad. ¡Los Quintana querían a Lucas y a Frida! No podía creer que ese hombre estuviera hablando en serio. Santiago la miró como un gato miraría a un ratón.
— A Carolina le encantan los niños. Lucas y Frida serán muy queridos.
— Yo realmente... No me creo estar oyendo esto— admitió ella trémulamente— ¿Primero entra a mi departamento por la fuerza como un delincuente y luego cree que tiene el derecho a quedarse con mis niños? ¡¿Está loco?!
Mientras hablaba la ira se fue apoderando de ella.
— Sea lo que sea lo que usted sienta por mí no me importa. Pero mi hijo es el padre de sus hijos y eso me da derecho...
— ¡Usted no tiene derecho a nada! ¡Miserable! ¡Usted cree que puede venir a pisotearme!
Sin inmutarse, Santiago respondió.
— No estoy dispuesto a tener una discus