El teléfono en el bolsillo de su delantal vibró. Perla vio que era César y colgó sin pensarlo.
El teléfono siguió vibrando, y ella seguía colgando. El ruido la ponía de los nervios, así que presionó el botón de apagado. Un mensaje apareció en la pantalla:
—Si no contestas, voy a ir a buscarte ahora mismo.
¿Me está amenazando?
Al reiniciar y apagar, dos círculos aparecieron. Perla mantuvo su dedo sobre la pantalla, pensando en presionar el botón de apagado para silenciar las llamadas de César.
Pero al pensar en cómo se portaba ese tipo, medio loco, se dio cuenta de que realmente podría ir a buscarla ahora mismo.
Tomó el teléfono y fue a la escalera de seguridad para llamarlo.
—Perla, yo... —César respondió por primera vez a una llamada que ella había hecho, con algo de emoción. Luego pensó que algo tan importante tal vez no debía decirse por teléfono.
—¿Podrías pasar a recogerme después del trabajo? —dijo.
Quería preguntarle en persona.
—¡César no seas tan fastidioso! —respondió ella, f