7. Renuncia

A la mañana siguiente, serví el jugo de naranja en un vaso grande y tomé un sorbo mientras sacudía la cabeza al ritmo de la música que descendía de mi iPod. Me había despertado antes de que saliera el sol, y luego me retorcí en el sillón de mi habitación hasta las ocho. Murmullos provinieron de la habitación de Isabella. Ella rió y luego se quedó en silencio unos minutos más, seguido por ruidos que me hicieron sentir un poco incómoda.

Odiaba que su habitación estuviera justo al lado de la mía. Así que tomé una ducha, esperando el sonido de que alguien despierto calmaría los gemidos de Darío e Isabella y los crujidos y los golpes contra la pared. Cuando salí de la ducha e intenté hacer ruido, me di cuenta de que ellos no estaban preocupados de quién los pudiera escuchar.

Me peiné, poniendo los ojos en blanco ante los gritos de Isabella, pareciendo una estrella porno.

Mi puerta sonó y agarré mi bata blanca y ajusté el cinturón, trotando a través de mi peinadora hacia la puerta. Los ruid
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