Leonardo no podía esperar más. La mirada de sorpresa en los ojos de Alessa cuando la llamó “mi esposa” lo había cautivado, impulsándolo a actuar. Mientras conducía, colocó el manos libres y marcó rápidamente al capitán del jet privado de la familia.
—Tienes todo listo. Nos vemos en el aeropuerto en una hora —dijo con firmeza, su voz resonando con determinación.
— ¿Cuál es el destino, señor? —preguntó el piloto.
—Las Vegas —respondió Leonardo, sin dudarlo, mientras una sonrisa jugueteaba en sus labios.
Alessa lo miró con los ojos abiertos, sorprendida. — ¿Las Vegas? ¿Qué estás planeando, Leonardo? —preguntó, su voz mezclando incredulidad y curiosidad.
Él solo sonrió, manteniendo su mirada en la carretera. —Confía en mí, hermosa. Solo avísale a Isabella que no llegaremos a dormir esta noche —dijo, su tono suave, pero lleno de convicción, mientras Alessa enviaba un mensaje a su hermana.
Cuando llegaron al aeropuerto, el jet ya estaba listo. Alessa no podía creer lo que estaba sucediendo,