Ernesto sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor mientras escuchaba las palabras del médico resonar en su mente.
"La señora Santana se encuentra estable... por ahora."
La frase se repetía como un eco angustiante. El miedo y la esperanza luchaban en su pecho. Había pasado horas en una espera interminable, asediado por la ansiedad y el temor a lo peor. Pero ahora, la noticia de la supervivencia de su bella flor y su bebé le ofrecía un destello de luz en medio de la oscuridad.
— ¿Y… y el niño? — preguntó Ernesto, su voz temblando al pronunciar esas palabras. La idea de perder a su familia era un peso insoportable.
El médico sonrió con calidez, una expresión que parecía tranquilizar, aunque la tensión en el aire seguía palpable.
— Logramos salvarlo. Pasará unos meses en incubadora bajo vigilancia, hasta que esté completamente desarrollado... es una niña — respondió el médico.
El corazón de Ernesto dio un vuelco, y una oleada de emoción le recorrió el cuerpo. Su piel se erizó, y un