Viviría y moriría por ella cada día, era su esposa, sería su mejor amiga, era su fuego y calma, lo era todo, lo comprendo estando allí, entre sus piernas, viéndola desde su altura, ella recostada en el piso alfombrado de la oficina, él arrodillado sujetando su cadera hundiéndose y saliendo de ella despacio, disfrutando la sensación de ser envuelto en su cálido interior, disfrutando de verla agitarse, como su pecho subía y bajaba cada vez más rápido, como sus parpados caían presos del deseo y la pasión, su boca entre abierta repetía un y otra vez su nombre, hasta que la joven levanto una mano, lentamente como si el hecho de realizar aquel acto le llevara todo de su concentración o quizás era que no podía hacer otra cosa más que gemir bajo las embestidas lentas pero profundas del rubio, queria acariciar su torso, necesitaba asegurarse que no