Arianna
Me tomó del brazo, cuando estaba a punto de abrir la puerta del conductor de mi coche. Y aunque me tensé, no aparte su mano. Porque cada vez que me tocaba, mi cerebro se negaba a funcionar correctamente.
—¿A dónde vas? —Me volví a mirarlo confundida, por el escalofrío que me provocó el timbre de su voz.
Nunca antes, nadie me había dicho lo que tenía que hacer y él intentaba controlarme. Algo que no me gustaba en lo más mínimo. No me convencía la idea de tener que limitar mis interacciones por un hombre, nunca lo hice y definitivamente no comenzaría en ese momento.
—A casa, ¿no ves? —Aquiles me tomó con firmeza por la muñeca y me arrastró hasta un lugar oscuro del estacionamiento, en la esquina de una pared en el lado lateral del elevador.
Antes de que pudiese protestar, me tomó por los hombros y me aprisionó contra la pared con su cuerpo.
—No vas a ir a ningún lado —. Era capaz de ver la excitación en sus increíbles ojos negros y fui repentinamente consiente