Jenny observó su espalda alejarse, un destello calculador cruzó su mirada y se apresuró a seguirlo.
Al bajar las escaleras, fingió un tropiezo.
Su cuerpo comenzó a rodar hacia abajo.
Instintivamente se cubrió la cabeza mientras gritaba: —¡Miguel, ayúdame!
Miguel se dio vuelta al ver su cuerpo rodando y extendió la pierna para detenerla.
El cuerpo de Jenny se detuvo.
Miguel frunció el ceño.
—Miguel, ¡me duele mucho! —Jenny se aferró a su pierna, con voz llorosa.
Miguel se inclinó para levantarla.
Jenny tenía la frente lastimada y sangrando.
Su mirada se volvió más penetrante.
Ante el silencio de Miguel, Jenny se inquietó, sin saber qué pensaba él y sin atreverse a hablar, solo podía llorar en silencio.
Se veía contenida y lastimera.
Miguel apretó los labios: —¿Cómo puedes ser tan descuidada al caminar?
—Yo... solo quería alcanzarte rápido y sin querer resbalé. ¡No te preocupes Miguel, ya no me duele! ¡De verdad! —respondió apresuradamente, como temiendo que Miguel no le creyera.
—Haré q