Jenny se quedó perpleja.
No esperaba que Fiona le pidiera vivir en la casa. Si regresaba, sería imposible que Miguel la acompañara por las noches, y mucho menos tendría oportunidades de usar tácticas para conseguir su compañía.
¡Moriría si no podía ver a Miguel! Además, si pasaba todos los días con Fiona, sus secretos pronto saldrían a la luz.
—Haremos como dice madre —declaró Miguel con voz grave.
Jenny pensó con desesperación que antes Miguel había prometido no hacerla volver a casa, incluso había hablado de comprarle una. ¿Acaso ahora la abandonaba por haberse atrevido a tomarlo del brazo? ¿Era esta su forma de advertirle?
¿Qué haría ahora?
—Ayuda a la señora —le ordenó Fiona a la sirvienta—. No hay que molestar a don Miguel.
La sirvienta se apresuró a sostener a Jenny.
—Con cuidado, señora.
Jenny, furiosa pero contenida, agradeció a la sirvienta con una sonrisa forzada mientras soltaba reluctante el brazo de Miguel.
—Miguel, ve con Laura —dijo Fiona sonriendo—. Te ha estado esperan