Fernand miraba sin perder detalle a la hermosa Juliette, su cabello castaño parecía ser sumamente sedoso al tacto, sus ojos grises, fascinados, dejaban ver una adorable inocencia de infancia; una mirada muy pura y sincera que ya no se encontraba fácilmente en ninguna mujer, su blanquecina piel se notaba suave y cremosa, invitándolo a despertar oscuros deseos, aun cuando Juliette no mostraba abiertamente su cuerpo, estando ataviada en esas ropas tan pulcras y sobrias que no mostraban demasiado, Juliette Lambert, era una presa deliciosa que olía a pureza y recato, un alma serena y apacible, de esas que nunca se atrevían a demasiado y que eran las más difíciles de corromper.
El fascinante aroma de su sangre que provenía de esa herida mal curada y que se mezclaba con su perfume, despertaba en el Alfa Fernand instintos que creía dormidos, y sus ojos miraban sin perder detalle el hermoso rostro y cuerpo de la entusiasmada mujer que tenia delante. Aquella, sería una Luna deliciosa a pesar de ser tan solo una humana, dedujo.
Mirando de nuevo a esos hermosos ojos grises, Fernand podía jurar que aquella joven nunca había sido ni siquiera besada, pues, en su olfato sobrenatural, no había rastro alguno de hombre sobre su piel.
— Disculpe señor Beaumont, pero se hace un poco tarde, me ha encantado charlar con usted, sin embargo, aun debo llegar a descansar, espero que mañana podamos reunirnos para hablar sobre la exhibición en su museo, en verdad me siento muy agradecida con usted. — dijo Juliette con una sonrisa sincera.
— Puedes quedarte en mi hogar el tiempo que desees, tengo mucho espacio y demasiadas habitaciones sin ocupante alguno. — dijo con voz sensual el apuesto hombre.
Juliette hizo una mueca de desagrado ante el comentario, no había notado la sugerente doble intención que guardaban las palabras de Fernand, pero, en sus principios morales, no le parecía correcta aquella invitación.
— Lo siento señor Beaumont, pero no me parece adecuado quedarme a dormir bajo el mismo techo de un hombre que apenas conozco, me temo que declinaré su generosa invitación. — respondió Juliette con educación.
Una sonrisa seductora se dibujó en los labios de Fernand Beaumont, esa era la primera vez que una mujer rechazaba quedarse a dormir en el mismo espacio que él, toda hembra que entraba en sus dominios caía irremediablemente ante sus encantos, no había ninguna, hasta ahora, que le dijera que no a semejante y sugerente invitación, sin embargo, la joven de atuendo aburrido frente a él, lo había rechazado en el acto, no se había equivocado en sus suposiciones sobre ella.
— Lamento haberla ofendido con mi invitación, tiene usted razón, sin embargo, no puedo permitir que vaya sola al departamento que facilité para su cómoda estadía a estas horas de la noche, las calles pueden tornarse verdaderamente peligrosas para una joven gentil como lo es usted, siempre hay miradas ocultas en las sombras, así que permítale a Calder acompañarla, he pedido que se renueve el departamento para usted que se encuentra a solo unas calles de aquí, puedo jurarle que tengo un solo juego de llaves, puede usarlo solo por esta noche si así lo desea, estará sola y completamente cómoda, ya se ha abastecido el lugar con algunos alimentos para usted, ya mañana podrá decirme si se quedará en él lo que dure su estadía en mi bella París, o si necesitará ayuda para buscar algo más a su gusto. — dijo Fernand acercándose a la joven.
Juliette se sintió inexplicablemente nerviosa ante la cercanía, y retrocediendo un paso atrás, miró fijamente a los enigmáticos ojos de aquel atractivo hombre, pues estos guardaban un gran parecido con los ojos del lobo en su primera pintura, y por un momento creyó verlos brillar en un color rojo, iguales a los de aquel hombre con el que tropezó en el aeropuerto, aquellos que eran demasiado poderosos, demasiado penetrantes.
— Esta bien, tomaré su ofrecimiento, es usted en verdad muy gentil, en verdad se lo agradezco. — respondió la joven sin meditar demasiado debido a su nerviosismo.
— Me complace mucho que acepte mi oferta, Calder se encargara de llevarla hasta allí, que pase usted una buena noche señorita Lambert. — dijo Fernand sonriendo de nuevo.
La noche se sentía fresca y bastante agradable, su generoso benefactor no había mentido, el apartamento era en realidad bastante bonito y cómodo, decorado a su gusto de extraña y coincidente manera. Las vistas a la torre Eiffel eran magníficas, y había una gran variedad de alimentos en el refrigerador, sintiendo hambre después de que los nervios finalmente se marchaban, Juliette había cenado una exquisita variedad de carnes y quesos, todos, alimentos de primera clase, y recostándose sobre la mullida y cómoda cama revestida en fina seda, sus pensamientos nuevamente se enfocaron en aquel extraño hombre que la había sostenido en sus brazos en el aeropuerto.
Poco a poco, la joven comenzaba a quedarse dormida, algo que no había logrado hacer a plenitud durante mucho tiempo, un extraño aullido comenzaba a escucharse en medio de sus sueños, y, por un momento, casi logró sentir que alguien la observaba desde fuera y a través del enorme ventanal en la elegante alcoba, una mirada fuerte, poderosa, como aquella que dibujó para el lobo gris en su pintura, pero, haciendo caso omiso de ello, se quedó completamente dormida sin notar a los enigmáticos ojos celestes que la miraban fijamente, sin notar, que aquel amable benefactor, había fijado su mirada sobre ella, desconociendo lo que aquello implicaba.
Un viaje al destino era aquel que Juliette había realizado en busca de un hermano perdido y una oferta que cambiaba su vida, una nueva historia comenzaba a escribirse, sin que ella se enterara, sin que supiese lo que su camino le estaba aguardando.