XXVIII Tentación
La inconcebible noticia que le había dado Pepa hizo dudar a Libi de la realidad. Era una pesadilla, ella se despertaría y nada le habría pasado a Irum. Irum estaría bien, a salvo, vivo.

—¡¿Cómo?! ¡¿Qué pa...só...?! —el aire salió de su cuerpo como saldría de un globo que se desinflaba.

Y no pudo obligarlo a entrar, la garganta se le apretó. Se llevó una mano al pecho, le ardía. ¡Un infarto! Le estaba dando un infarto.

Cayó de rodillas al suelo, boqueando como un pez moribundo. No podía respirar y la desesperación la había hecho llorar.

—¡Ay no, levántese, señorita! —Pepa la cogió de un brazo y jaló hacia arriba.

El rostro aterrado de Libi gesticulaba palabras mudas. «¿Auxilio?» «Me muero», Pepa no entendía, no sabía leer los labios.

Asustada por el tono violáceo que comenzaba a adquirir Libi, Pepa la abofeteó.

La verdad era que Irum Klosse seguía vivo, pero Pepa valoraba su trabajo y era muy obediente.

«Si viene Libi, dile que me morí».

Dicho y hecho, pero ahora Libi se morí
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