Un computador encendido y programado con la sencilla tarea de seguir subiendo información a la web cada cierto tiempo, una lata de atún a medio comer en el refrigerador y unas cuantas prendas sucias en un cesto afuera del baño eran lo único que quedaba del maestro Luen en el piso que rentaba.
El hombre, un respetable maestro cuyos cuestionables métodos lo habían hecho caer en desgracia, probablemente había huido días antes de que iniciara su venganza contra Libi.
Las denuncias por extorsión, difamación y divulgación de información privada, sumadas a la presión de los abogados de Lucy e Irum le valdrían la orden de detención y arraigo nacional. Si no había escapado de la ciudad o el país ya no podría hacerlo.
Más tranquila y confiando en que la justicia se encargaría del resto, Libi regresó a casa de Irum, Lucy y Josh fueron a dejarla. Él también había visto las fotos y se hizo presente como un buen amigo para darle su apoyo.
«Reconozco unos pechos falsos en cuanto los veo, a mí