Mi teléfono vibró sobre la mesa de noche, rompiendo la calma como un golpe seco. Ambos nos sobresaltamos un poco. Xander me miró con una ceja arqueada.
—¿Esperas una llamada? —preguntó con tono bajo, sin soltarme del todo.
Negué, estirando el brazo con pereza hasta alcanzar el celular. La pantalla mostraba el nombre de Adrián. Mi estómago se tensó de inmediato. Me incorporé de golpe, cubriéndome con la sábana. Xander también se tensó.
—¿Hola? —contesté, tratando de dismular mi tono.
—Ivy —dijo Adrián, y su tono habitual me abrazó con una familiaridad que no sabía que necesitaba—. Perdona por no contestarte ayer, de verdad... tenía demasiadas cosas encima y no quería atenderte a medias.
—No pasa nada —respondí, intentando sonar natural.
—¿Estás bien? Te escuchas..? Te escuchas... no sé, rara. ¿Dormiste mal? ¿Estás enferma?
Me sonrojé al recordar lo que había pasado con Xander hacia un momento.
—No, estoy bien. Solo fue una noche larga.
Adrián hizo una pausa. Sabía que no me creía del