La luna llena estaba muy cerca, y Sam miró hacia afuera de la pequeña cabaña.
Tenía que irse pronto, antes de que esos lobos descubrieran su verdadera identidad.
Suspiró y volvió su mirada hacia el interior del cobertizo que le había sido asignado desde que Dimitri y César los dejaron en el pueblo.
Se sentía completamente enferma, y pensaba día y noche en Axel.
Sam caminó de regreso a su cama y nuevamente sintió ese nudo en el corazón, la certeza de que todos la habían abandonado.
De repente, Nimerio entró en la casa, y Sam se levantó de inmediato.
El macho tenía una mirada muy sombría, y antes de que pudieran intercambiar palabras, otros lobos entraron después de él.
Eran tres lobos, vestidos con cota de malla y espadas en sus cinturas. Sus miradas eran hostiles y Sam tuvo la certeza de que había sido descubierta.
El más grande se acercó, y Sam miró instintivamente a Nimerio.
Nimerio tragó saliva, y Sam se dio cuenta de que su ojo izquierdo estaba herido. Al mirarlo más de cerca, vio