Capítulo 100

Su barriga estaba roncando, y el chico revolvió su bolsa en busca de cualquier salvado de comida que pudiera haber quedado.

No había nada. Desafortunadamente Dimitri ya había devorado el resto del conejo y las bayas hace horas.

Llevaba horas caminando por la carretera y pensó que le faltaba un caballo. No es que no intentara hacer autostop con los carroceros que lo pasaron.

Obviamente nadie se detuvo.

Él continuó caminando mientras el sol se elevaba en el cielo.

Los cascos de un caballo que venía detrás de él llamaron su atención, cuando miró hacia atrás vio a un macho montado sobre un caballo.

Dimitri salió del medio de la carretera, y algo en la cara del lobo lo hizo mirar más de una vez. Un brillo dorado.

Él le recordaba a alguien, pero Dimitri no sabía decir quién era. Apenas que su cara era familiar.

El macho vestía ropas largas, de seda azul y su posición elevada estaba clara. El oro en sus muñecas y orejas brillaban al sol. Sus cabellos eran largos y negros, y sus ojos
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