David observaba a Iliana cantando. De vez en cuando, ella, llena de alegría, se lanzaba a bailar un baile picante frente a todos, lo que lo molestaba mucho. Gritó para que entraran unas chicas.
—¡A cualquiera de ustedes que cante mejor que ella y baile más bonito, le daré cien dólares por canción!
Las chicas, al oír esto, corrieron a elegir sus canciones, una tras otra.
Este acto de David hizo que Iliana perdiera las ganas de cantar. Al regresar, le dio una patada furiosa y se sentó en el sofá.
Al ver las cartas de póker en la mesa de café, Iliana sugirió jugar a «Verdad o Reto». Ella incluso dirigió a las chicas:
—Canten algunas baladas y bajen el volumen, si no, no podremos escucharnos.
—Iliana, estas son las personas que yo invité, —dijo David.
—Claro, ¿no dijiste cien dólares por canción? —replicó Iliana con las manos abiertas y una cara de inocencia—. Como audiencia, ¿no puedo elegir las canciones?
David quedó sin palabras ante su lógica.
Después de abrir las cartas de póker, Ilia