Plantearse la vida

Los días siguientes fueron de total y completa indiferencia entre ambos. Carlisle no quería imponerle su presencia. A pesar de que él le habia asegurado que no era necesario que compartieran las comidas, ella se levantaba temprano y desayunaba con él, aunque no cruzaran palabra. El almuerzo cada uno lo tenía en su trabajo, pero la cena era casi un ritual. Eleanor solo abandonaba el comedor, una vez que Carlisle se levantara… y él esperaba que ella hiciera el primer movimiento, por lo que la cena se prolongaba bastante. A Carlisle no le molestaba quedarse ahí, sentado. Solo contar con su presencia, calmaba esas locas y desenfrenadas ideas, que lo asaltaban cada vez que abandonaba el comedor y se iba a su cuarto. Todas las noches luego de su viaje a Paris, lo atacaban las ganas de irrumpir con violencia en su cuarto, como lo hacia antes y dejar que el instinto dominara la situación. Solo lo frenaba una cosa. El temor a que ella lo rechazara. Dos días después de su vuelta a la casa, el d
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