El dilema del pijama

Rhaena ahora era una mujer casada, aunque nunca planeo serlo, de hecho, cosas como el amor no le interesaban, ella solo y hasta ese momento, tenía interés en terminar su carrera y convertirse en abogada. Lo mas irónico de toda aquella situación, es que ahora mismo podía pagar su carrera sin mayor problema y aun no terminaba de asimilarlo. En su bolso había un cheque de caja con 200,000 dólares que en cualquier momento podía cobrar, cuando apenas hacia dos días estaba racionando la poca comida de su pequeño refrigerador para aguantar hasta el día de paga. Aquello era tan surreal que no podía terminar de asimilarlo. Además, no podía retractarse de ese matrimonio, o ella tendría que compensar a ese hombre con 2 millones de dólares, dinero que, por supuesto, no tenía.

Anthony miraba el rostro de Rhaena, era una mujer hermosa, no tenia duda alguna de ello, no parecía ser una mujer de cuna demasiado humilde. Había mandado a investigarla, por supuesto, y solo había resultado ser la hija de una sirvienta, no había nada extraordinario en su haber mas que aquella belleza natural que poseía. Esa mujer seria su esposa durante un año entero y no ella no tenía manera de arrepentirse, por eso era que había añadido aquella clausula en la que la parte que solicitara el divorcio, tenia que compensar al otro. Aun cuando en el acta matrimonial estaba estipulado que ya tenían alrededor de 5 meses casados, el contrato que ellos habían firmado tenia la fecha bien grabada en él, así que Rhaena no podía escapar hasta que se cumpliera el plazo estipulado en ese contrato. La mujer parecía perdida en sus pensamientos.

Se dirigían a una isla privada que pertenecía a Anthony, había sido un regalo de cumpleaños. Allí, pasarían “su luna de miel”, en donde tomarían muchísimas fotografías que los mostraran enamorados. Al llegar a ese lugar, Rhaena trago duro, ella no quería dormir en la misma habitación de aquel hombre, y de ninguna manera lo haría. Mirando el lugar, era un sitio realmente hermoso, un paraíso marino. La playa era de arena blanca, y el sol calentaba amablemente su piel, en realidad, esa era la primera vez que ella disfrutaba a gusto del mar y las hermosas vistas que regalaba, el no tener que estar permanente angustiada por el dinero, le había ayudado a notar lo hermosa que era la vista. Los Crawford sin dudas tenían mucho dinero, mucho mas de lo que se podía gastar en varias vidas.

Después de un largo rato en el que ambos se ignoraron y ya instalados en la hermosa casona de playa, sintió alivio al ver que la servidumbre se marchaba después del atardecer para dejarlos solos. Ese era el momento de poner las cartas sobre la mesa, y de hacer valida su propia condición, aquella que le hizo firmar aquel acuerdo de matrimonio sin mucho problema, le parecía justo.

Anthony miro a su esposa, que, aunque aquello era una farsa, seguía siendo su esposa. Aun la recordaba en ese vestido blanco que se compró de improviso, había estado bellísima en él, y no pudo evitar notarlo, era un hombre después de todo, y no estaba ciego para no notar que Rhaena era una belleza. Acercándose a ella, la abrazo por la espalda logrando sorprenderla, y con las yemas de los dedos acaricio suavemente el nacimiento de sus senos sin intentar más allá no teniendo el permiso de ella.

Aquellas caricias eran provocativas, pero respetando los límites, era obvio que aquel hombre buscaba seducirla…besando sus labios sorpresivamente, aquel beso que Anthony Crawford le había dado, le supo diferente al que le dio en la boda, este no era un beso frio, era mas bien, uno pasional, o eso creía ella. Forzándose a resistir aquellas caricias que descubrió que le gustaban, se recordó que aquello era una farsa impuesta por la cual le estaban pagando. Ella había correspondido aquel nuevo beso y eso la había asustado, no debía dejarse llevar por nada de eso. Separándose de su esposo, lo miro a los ojos.

—No dormiré en la misma cama que tu Crawford, recuérdalo, esta en el contrato — dijo Rhaena repentinamente y Anthony la miro con curiosidad.

Anthony quiso volver a besarla, pero era verdad, la noche anterior, antes de firmar el sí en su falsa boda, Rhaena le había insistido en añadir una cláusula más o no aceptaría aun a pesar de las consecuencias: durante su falso matrimonio ellos no dormirían en la misma cama, y si el fallaba y se metía en su cama, entonces Rhaena seria libre de solicitar el divorcio sin ninguna consecuencia, esa mujer tenía carácter, y eso le gustaba, aunque no especialmente esa condición que le impuso. Suspirando, se resignó, no podía tampoco echar a perder aquello o perdería la apuesta que hizo con su atolondrado mejor amigo, y estaba seguro que Ricardo quería verlo fracasar para así no tener que perder ante el su preciado auto de lujo. No tenía de otra más que resistir la tentación que la hermosa mujer le provocaba. De todas formas, él había aceptado esa condición, claro que eso había sido antes de mirarla en aquel hermoso vestido de novia que le mostro lo bella que Rhaena era…quizás de haberla visto primero así, de ninguna manera hubiera aceptado.

Negando en silencio y viendo como su esposa lo miraba con recelo, suspiro, no tenía más opción que consolarse a sí mismo esa noche.

—Tú ganas, yo dormiré en el sillón y tu en la cama, solo espero que no hayas traído un pijama atrevido o no se si seré capaz de contenerme — dijo en tono de broma, aunque estaba frustrado.

Rhaena se rio, y luego de eso corrió a cambiarse para dormir. Anthony entro en la habitación matrimonial y luego se puso su ropa de dormir que consistía en un pijama de dos piezas en seda verde esmeralda, esto le daba comodidad. Se pregunto, ¿Qué había llevado Rhaena para dormir? Se la imagino en un diminuto y sexy baby doll de encaje, si este era rojo, seguramente resaltaba mucho en su pálido color de piel, y entonces le seria imposible no querer saltar sobre ella. Durante unos minutos especulo en sus pensamientos sobre con que tipo de ropa entraría por esa puerta, y entonces escucho los pasos de ella aproximarse, casi sintió ansiedad por verla en paños menores esa noche.

El rostro de Anthony Crawford al verla entrar había sido todo un poema y ella no pudo evitar burlarse. Ella había sido precavida, y se había llevado con ella los pijamas menos esperados por un hombre. Llevaba puesto un pijama…color rosa estampado de pandas y unicornios, y este era tan holgado que no se notaba ninguna de sus curvas en él.

—¿Qué esperabas otra cosa? — pregunto ella en tono de burla al ver lo perplejo que el hombre se había quedado, casi congelado.

Anthony, primero no asimilo verla en un pijama que solo usaría una niña de cinco años, luego de que ella hablo, empezó a reírse. Sin duda, le había matado cualquier antojo que tuviera en ese momento.

—Si que sabes como matar bajas pasiones — dijo entre risas.

Ambos hablaron un rato de cómo es que fingirían ante el mundo ser una pareja enamorada, era mas que claro que jamás podrían sentir algo mas por el otro, pero sorprendentemente, aquella charla fue amena. Cuando la madrugada lo cubría todo, ambos estaban ya durmiendo, tranquilos, disfrutando de un sueño con el otro.

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