Elena había logrado convencer a Kogan de llevarse a Cristal; ahora ella era una de las princesas de esta gran y prestigiosa manada. Como nueva luna, había muchas costumbres que debía seguir.
— Mira al lobo gruñón, creí que no bajaría — dijo Lynn, observando a Rax junto a su pareja.
— ¿Por qué están ahí? — preguntó Cristal con duda al verlos a los tres hermanos mirándolas a cada una de ellas.
— Es su forma de despedirse — le comunicó Elena. Cristal, todavía con un poco de vergüenza, miró a Rax, recordando los besos y las caricias que se habían dado minutos atrás, ella desvió su rostro enrojecido y entró al vehículo.
Clair, quien se mantenía a cargo de su luna, miró a su alfa esperando su permiso para retirarse, y este le indicó que podían marcharse.
— Está exagerando — mencionó Lynn al ver un grupo de autos siguiéndolos.
— Estará así por algunos años; acaba de encontrar a su pareja y se vuelven sobre protectores — mencionó Elena, recordando las primeras décadas con Hiro, cuando él no le