Estaba concentrada en mi práctica con los choques eléctricos, el poder que más me costaba dominar. El zumbido constante en mis manos me recordaba lo lejos que aún tenía que llegar. Los choques eléctricos eran impredecibles, a veces demasiado débiles, otras veces demasiado intensos. Era como intentar domar un animal salvaje: no lo controlas del todo, pero aprendes a trabajar con él. Connor estaba a mi lado, observando y guiándome. Tenía ese poder también, y sus consejos me eran más valiosos de lo que esperaba.
Me sentía impaciente, como si el tiempo se me escapara entre los dedos. Ya habíamos pasado por tanto, y en mi mente aún resonaban las palabras de Garret, que me había aconsejado paciencia. Pero la paciencia nunca había sido mi fuerte. Cada vez que sentía que mis poderes no progresaban lo suficiente, la frustración me invadía. El tiempo seguía avanzando y sentía que no podía permitirme quedarme atrás. Necesitaba dominar todo de una vez. No podía permitir que nada me detuviera.
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