Capítulo 23. Otras lecciones
Agnes se sentó en la cama, con la piernas cruzadas y una sonrisa sensual en sus labios.
-Hola, querido… soy tu regalo de bienvenida… ¿no te avisaron?...
El hombre la miraba con desconfianza, aunque la recorría con cierto deseo en los ojos.
-¿Regalo?
Ella se puso de pie y se acercó moviendo las caderas.
-¿No te dijeron nada? ¿Acaso no te gusto? Te aseguro que puedo hacerte ver las estrellas, cariño…
Él dudó, con los ojos clavados en ese escote monumental, dulce como la crema, y relamiéndose. Por lo general le gustaban más jovencitas e inocentes, recién compradas de preferencia, pero esa mujer era muy apetecible y voluptuosa como para despreciar. Y era gratis.
Y además, ella ya estaba acariciando su pecho y su vientre mientras se arrodillaba y comenzaba a bajar la cremallera de su pantalón con una sonrisa cargada de lujuria, entreabriendo los labios, anticipando lo que estaba por hacerle.
Así que le dijo mientras le ayudaba a liberar su mástil creciente:
-Oh, claro que me gustas…
Pero