Rosa parpadeó al mirar a Juanita. “¿Eh?” preguntó, sin saber de dónde venía la pregunta.
“Solías decirme que Guillermo no era una buena persona, y que no era lo que mostraba ser. Dime todo lo que sabes de él, por favor. No quiero cometer un error que me pueda arrepentir,” rogó Juanita.
Rosa estaba feliz de que Juanita finalmente estuviera volviendo en sí. “Bueno, no sé mucho, pero ya te dije que es por instinto, y mis instintos nunca se equivocan,” dijo, y Juanita asintió. “La primera vez que me contrataron y lo conocí, pensé que realmente era una buena persona, pero empecé a darme cuenta de que era demasiado misterioso. Tú estabas demasiado cómoda con él para darte cuenta.”
“Ajá,” Juanita la animó a seguir. Necesitaba saber la verdad hoy.
Rosa lamió su labio inferior. “Cuando estaba en Chicago, siempre lo veía hacer llamadas extrañas. Por lo que escuché, creo que quiere algo de ti, pero no sé qué es. No sé con quién habla en esos momentos, pero siempre dice que se asegurará de no per