Le ignoraba.
Me llamaba todo el tiempo, me escribía o incluso venía a buscarme al trabajo. Y siempre tenía una excusa para ignorarle.
Jaime también insistía, todo el tiempo, pero yo había decidido hacerle ver que no tenía ninguna oportunidad conmigo, y tonteaba con todo aquel que tuviese oportunidad para ello.
La señora Cha había vuelto al negocio, parecía estar mucho mejor, aunque aún no estaba bien del todo. Solía sentarse en una de las mesas observándome toda la tarde, mientras Sara y yo atendíamos a los clientes.