Hacía tan sólo una semana que nos habíamos mudado a casa de la señora Cha. Ya le habían dado el alta, y ahora era yo quien practicaba con ella los ejercicios de memoria y le daba la medicina.
Lian parecía llevarse realmente bien con Sara, y Pipo había arreglado cada uno de los desperfectos de la casa, así que ya os podéis imaginar el cariño que la señora Cha le había cogido.
Aquella noche salí más temprano de lo habitual. Me apetecía mucho caminar por los alrededores y ver aquella hermosa ciudad nocturna. Pipo me acompañaba, mientras hacía fotos sin parar asombrándose por todo lo que veía.