Era ya tarde, y hasta el momento, mi madre no se había metido en muchos líos. Se había mantenido al margen y no había ensuciado nada, lo que nos facilitaba mucho la limpieza a mí y al personal.
Había pasado las últimas horas escondida en mi habitación. Aun así, sentía que algo faltaba.
—Mary —llamé cuando una de las criadas pasó con una cesta de sábanas dobladas—.
—¿Sí, señora?
Sonreí—. ¿Cuántas veces tengo que recordarte que soy Sabrina?
Ella soltó una risita—. Lo siento. Sabrina.
—¿Has visto a Ace? —pregunté—. ¿Ya ha vuelto?
Mary negó con la cabeza—. No, Sabrina. No ha regresado desde que se fue esta tarde.
Fruncí el ceño ligeramente. —¿No te dijo adónde iba?
—No, no me lo dijo.
—De acuerdo. Gracias, Mary.
Asintió cortésmente antes de desaparecer por el pasillo. Me apoyé en el marco de la puerta un momento, frotándome la nuca.
Suspiré y bajé a ver cómo estaba el personal de la cocina y qué íbamos a cenar, pero entonces, allí estaba ella.
Mi madre.
Estaba de pie frente a la estufa, c