4: Escapar

Lara

Mi mundo se detuvo en seco cuando mis ojos se reencontraron con los de Marco después de meses. 

Meses en silencio y lejos del peligro que él significa para mí. Pero me vio, y al verme, también los vio a ellos. Nuestros hijos. 

—¿De quién es ese bebé? —preguntó, sin darse cuenta de que las fechas no cuadraban. 

Mi vientre era enorme. No era uno, son dos. 

—Enzo —mis labios se movieron con el fin de protegerme. 

Marco apretó los puños a los costados de su cuerpo y tomó de la mano a Irina. Caminó hacia mí y la mirada fue tan intensa que pensé que me quebraría, pero no demostré debilidad. 

Me hice fuerte estos meses sin él. No fue fácil el divorcio, pero traté de recomponerme porque tenía que ser fuerte por mis hijos. Estuve sola por tres meses, hasta que Enzo y yo nos encontramos por casualidad en las calles del centro de Connecticut. Me vio embarazada, hizo las típicas preguntas. 

Enzo se distanció de Marco porque su hermano lo atacaba todo el tiempo, fiel a sus creencias. Él perdió a un hermano y yo a un marido, pero entre ambos encontramos un refugio. Nos enamoramos. Y aunque yo no amaba a Enzo, él era un buen compañero para mí. 

Pero ante los ojos de Marco, vernos juntos solo confirmaba las palabras que Irina formuló para separarme de él. 

Perdí la conexión de nuestros ojos cuando pasó a mi lado y se marchó junto a la mentirosa. Un golpazo de la puerta se escuchó. 

Miré a Enzo. 

Si hubiera sabido que Marco estaría aquí, jamás lo habría acompañado a ver a su madre.

Regresamos al hotel. No teníamos ánimos para comer con su madre. En realidad, yo no me sentía cómoda. 

Empaqué la ropa que exparcí en la cama antes de ir a ver a su madre. 

—No me pienso quedar aquí. Él me vio. Nunca debió verme —Cerré la maleta—. Te dije que no era buena idea venir.

—Yo no lo sabía. Jamás te habría traído de saberlo —explicó. 

—Yo puedo viajar sola en el avión. Quédate aquí con tu mamá unos días, pero yo quiero irme a Connecticut. Allí estoy a salvo. 

—Marco no sospechará que son sus hijos —aseguró—. Piensa que lo hemos traicionado. 

—No me interesa —dije firmemente. 

Antes de que la conversación continuara, compré un vuelo para marcharme. Me prometí protegerme y eso hice.

Marco 

—Marco, tengo noticias —estrechó su mano a la mía—. Lo que me pediste —aclaró, sentándose frente a mí en mi oficina. 

—Te escucho. 

Me entregó un sobre con un papel dentro. 

—¿Qué es esto? —pregunté, sacando el contenido. 

Registros médicos de Lara. 

Había demasiados papeles por leer. 

—Tuve que sobornar a la secretaria para obtener los archivos de Kim del hospital Italiano de California. El primer papel que lees tiene la fecha de la prueba de sangre que le realizaron a Lara para descartar el embarazo. ¿Ves la fecha? —señaló. 

—Es el 15 de enero —leí. 

—La misma fecha que se registró tu divorcio en el sistema. Revisa la hora de la impresión del análisis —guió. 

—Fue antes de que Lara y yo nos divorciáramos. Antes de que yo llegara a casa —respondí, dándome cuenta de lo que significaba—. Ella supo que está embarazada antes de divorciarnos. Se fue sin decir nada. 

Lara no dejaba de sorprenderme. 

Primero se metió con mi hermano. ¿Y ahora resulta que me ocultó su embarazo?

—No hay una prueba de paternidad hecha en los siguientes meses, así que el bebé puede ser tuyo o de Enzo. En tu lugar, empezaría a preguntar —aconsejó—. Lara vive en Connecticut con tu hermano. Tienen una casita allí desde hace poco. Enzo sigue en la ciudad, pero ella regresó anoche en un vuelo imprevisto.

¿Una casa juntos?

Lara no perdía el tiempo. Nunca lo hizo. 

Sentí la sangre hirviéndome por dentro. Presioné mis manos sobre los papeles. Mi mandíbula tensa. 

—Si el bebé es mío, Lara no lo confesará. Dijo que es de Enzo. 

—Son dos —aclaró.

—¿Qué? 

—No es un bebé. Son dos. Lara tenía pensado quedarse en la ciudad con Enzo durante dos semanas, pero se ha ido tan pronto que es sospechoso.

El inverno desapareció por un momento. Sentí tanto fuego dentro de mí como si me quemara vivo. 

Dos bebés. 

Lara tenía dos bebés en su vientre. 

¿Por qué se fue tan pronto? ¿Acaso Lara tenía algo que ocultar?

La boca se me secó y una sensación extraña se instaló en mi pecho. La posibilidad de que fueran míos no desaparecería. Tenía que hacer algo. 

—Envíame la dirección por mensaje de texto —ordené—. Tomaré un vuelo por la mañana y enfrentaré a Lara. 

—Te enviaré el teléfono de un juez que podrá ayudarte a presionar a Lara a confesar —ofreció y yo asentí. 

Iba a hacer todo lo que fuese necesario para desenmascarar a Lara.

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