Lara —¿Qué es esto, Marco? —le pregunté, mirándolo fijamente. Marco hizo silencio. Un silencio frío, doloroso y despedazante. —Contesta, Marco —pedí, dejando bruscamente la carpeta en el escritorio. Él rodeó el escritorio, alejándose de mí y enfrentándome cara a cara. Un escritorio era lo único que nos separaba, pero la distancia se sentía infinita. —Es una broma, ¿verdad? —No lo es —se apresuró a decir, sin bajar la mirada. Se veía aún más serio que al principio. Mi corazón se estrujó en mi pecho y las náuseas me atacaron. No por el embarazo. Por la situación. —¿Entonces me estás diciendo que te quieres divorciar de mí? —Sonreí, con la esperanza de que fuera una broma. —Es exactamente lo que estoy diciendo. Entreabrí la boca para decir algo, pero las palabras no brotaban de mi boca. Sin embargo, una mezcla de emociones arrolladoras me atravesaba el alma. Miré a mi esposo, al hombre que amaba, pero él no me miraba con ojos de amor. Ya no. ¿Qué había pasad
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