Se aferró de igual manera a su cuerpo, como si temiera caer una vez más en uno de sus tantos profundos y oscuros abismos invisibles; como si temiera perderse, ésta vez, para siempre.
— Ya encontrarás tu propio ángel, pequeña. —por fin, el nudo en su garganta se minimizaba un poco para dejarle murmurar con voz suave.
— Encontré uno hace mucho...
— ¿Por qué no le pediste que se quedara contigo?
— Porque no puedes obligar a un ángel a quedarse con alguien a quien no quiere —respondió triste, tratando de tragarse el llanto—. Ellos también tienen derecho de rechazar a los demás.
— Oh, vamos, ¿quién no querría quedarse contigo? Eres una chica hermosa, amable, tranquila... lo único fastidioso es tu romanticismo. —bromeó, haciéndola sonreír un poco.
— N