LIBRO I: Capítulo 4 - Hoy no

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«¿Cuántos días y horas se pueden pasar en la obscuridad?, ¿cuánto tiempo pasa antes de que se te acabe el oxígeno en este lugar tan cerrado?, ¿cuánto minutos antes de morir de sed?, ¿o que el olor por haberte hecho del baño encima invada la habitación?, ¿cuánto?, ¿cuánto?, ¿cuánto?»

Patria ardía en calentura. Ya no hablaba porque su cuerpo no se lo permitía más. Sentía frío, temblaba y se aferraba de las sábanas sucias como si fueran la representación de la vida misma porque ella no deseaba morir. Tenía que regresar a Bor, ver a sus padres, abrazarles y decirles que jamás regresaría a trabajar a Mur, que se quedaría a ayudarles en el negocio y que dejaría la enseñanza de lado aunque por ahora se había convertido en toda su pasión.

Quería todo eso y más, pero su cuerpo parecía no responderle porque se iba rindiendo poco a poco. Si ella lo deseaba sólo necesitaba cerrar los ojos y dejarse ir, relajar su cuerpo y entregar su alma al Dios que estaba en los cielos y que los vigilaba a todos sin distinción.

De pronto, Patria escuchó cerca de su oído «hoy no, hoy no», le decía la voz suave que le sonaba tan familiar. Patria, siguiendo la corriente repitió en su mente  «hoy no, hoy no… todavía no» y ella con los ojos cerrados y apretándolos con fuerza trataba de reconocerla. Quería preguntarle ¿quién eres?, ¿qué haces aquí? ,pero tenía que guardar fuerza, tenía que sobrevivir.

«Hermana, hoy no», por fin le dijo la voz y ella en un sollozo apagado supo que era su hermano Marte, ese que hace años atrás había muerto.

Marte murmuró ella mientras sus labios temblaban.

«Hoy no Patria, hoy no», seguía escuchado.

No me dejes, te lo pido habló con un poco más de fuerzas.

«No te dejaré, estoy aquí contigo», respondió Marte de inmediato y ella alzó la mano para tratar de tocarlo, quería asegurarse que su hermano estaba ahí.

Marte, te lo pido, no me dejes dijo con firmeza mientras sentía como flotaba en un mar de calma.

«Este es mi fin, me estoy elevando», pensó mientras sentía como su cuerpo volaba sin necesidad de que ella hiciera algo. Brindándole una sensación tan rara que le era difícil de sobrellevar; si estaba muriendo, no era como lo imaginaba.

Patria, en sus múltiples lecturas y anécdotas que había escuchado en Bor sobre lo que pasa cuando uno está a punto de morir, había escuchado que era como sentir que el alma se separaba del cuerpo: ligero, libre, sin dolor, sin sentir nada. Después, se veía una luz blanca tan acogedora y brillante que seguías hasta el final de ese túnel donde te esperaba lo que más deseabas; tal vez para ella era su hermano Marte.

No siento nada habló no te veo.

«No es tu día Patria, hoy no» repitió la voz de su hermano mientras seguía volando por los aires hasta un rumbo completamente desconocido. Ya no se aferraba de nada, sólo sentía como sus manos y pies colgaban libres sin que ella los pudiese mover.

Ya casi escucho otra voz cercana a ella.

«Hoy no Patria»,  volvió a escuchar.

Llévame contigo contestó mientras sentía como las lágrimas corrían por sus mejillas.

Ya casi volvió a escuchar la otra voz que a ambos los acompañaba.

«Hoy no, todavía no… envejecerás y yo vendré por ti».

Tengo frío Marte, tengo frío rogó mientras su cuerpo comenzaba a tiritar.

Lo siento contestó la otra voz.

De pronto, sintió como su cuerpo caía en el vacío para después tocar el agua fría que le caló hasta los huesos y provocó que por un momento se hundiera. Al salir, Patria tomó aire desesperadamente mientras el dolor de las costillas regresaba.

Ella estiró las manos al aire y sintió cómo otra la sumergió de nuevo con fuerza no quédate, quédate así escuchó de nuevo la voz.

Patria con cuidado abrió los ojos y vio una luz destellante que por un segundo la cegó. Momentos después unos centelleantes ojos azules la miraban fijamente a los suyos y supo que su hermano había desaparecido de la escena.

Hace frío se quejó, mientras trataba de frotarse lo brazos y entrar en calor.

Es la temperatura, jamás pensé que te subiría tanto escuchó la voz de la persona que desde el principio la había traído ahí.

Patria poco a poco fue enfocando su rostro, después de tanto tiempo en la obscuridad era normal que no pudiese ver ni enfocar bien. Seguía perdida en ese azul tan puro, cuando por fin pudo ver sus cejas tupidas y la nariz con cicatrices de que en algún momento de su vida se la habían roto y no había recibido los cuidados necesarios. Siguió observándolo, pasó a sus labios finos, de un color rojo, que destacaba al igual que el azul de sus ojos, y que por un momento robaron su atención. Después, terminó de armar el rompecabezas de todo el rostro que dio como resultado al del general de la DETT que los cuidaba en el auditorio en el momento que todo cambió.

¡No!, ¡no! pataleó y manoteó Patria tratando de zafarse de su mano para poder salir de lo que ahora sabía era la bañera ¡Déjeme en paz!, ¡déjeme ir! seguía repitiendo mientras el agua entraba un poco a sus pulmones haciendo que tosiera y que las costillas le dolieran cómo nunca antes había sentido dolor.

¡Tranquila!, ¡tranquila! Le pidió él con esa voz profunda pero a la vez muy agradable, lo que confundió a Patria por un momento.

¡Déjeme ir!, ¡déjeme ir! Luchaba pero el general era más fuerte que ella y el dolor tampoco le ayudaba mucho a defenderse.

Sólo quiero ayudarla, sólo quiero ayudarla repetía el general mientras se defendía de los golpes firmes de Patria que a su parecer eran bastante fuertes y atinados.

Patria se rindió porque un ataque de tos, en ese momento, hizo que se mareara por el fuerte dolor que le provocaba en las costillas. Tosió constantemente hasta que un poco de sangre le salió por la boca, después, sin poderlo evitar, volteó su cabeza fuera de la bañera y volvió el estómago; el azulejo blanco se pinto de rojo.

«Hoy no Patria, hoy no», volvió a escuchar.

¿Se siente mejor? Preguntó el general mientras le estiraba una toalla para que se limpiara.

¿Qué pasó?, ¿dónde estoy? preguntó ignorando lo que el general le preguntaba.

Está en mi casa, en una de las habitaciones contestó esta vez sin rodeos el general me tardé más de la cuenta en el trabajo y cuando regresé la encontré ardiendo en calentura y hablando sola, tuve que actuar.

Patria continuaba volviendo el estómago asustada, tal vez el golpe le había perforado un órgano interno y ahora se desangraba poco a poco sin que el general hiciese algo. Cuando por fin terminó de volver todo lo que tenía en el estómago, regresó a la bañera y se recargo contra la pared descansando un momento. Con cuidado examinó su cuerpo, sus brazos, sus piernas, notó que aún tenía puesto el uniforme de la escuela donde trabajaba, y que había perdido su único par de tacones.

Tome le ofreció el general un vaso con agua.

Ella volteó a verlo y se encontró con un rostro duro y menos expresivo, ese que reflejaba tantas tragedias y malas noticias que seguro se llevaría hasta la tumba; sabía que el general era capaz de hacer cualquier cosa.

Patria, tomó el vaso con una de las manos para después darle un sorbo pequeño que la llevó a un desenfrenado frenesí haciendo que tomara el agua en dos enormes sorbos saciando esa sed que seguro tenía desde hace días atrás.

Yo me la llevaría con cuidado murmuró él mientras limpiaba la sangre sobre el azulejo, con el rollo de papel de baño.

Por unos segundos se quedaron en silencio y sin más la luz del baño se apagó dejándolos a obscuras siendo el único faro la luz de la luna que provenía de afuera.

Es el corte de luz de las doce respondió él la pregunta qué Patria tenía en mente.

Otra vez el silencio reinó en la habitación, era evidente que empezar una conversación era difícil tanto para él como para ella, así que los dos prefirieron no hacer ninguna charla y mejor seguir en sus pensamientos por unos momentos. Ella sentía como el agua fría se iba calentado poco a poco y así supo que su temperatura corporal iba descendiendo. El general, después de terminar de limpiar y acomodar todo, sin previo aviso puso su mano sobre la frente de la maestra. Esta vez Patria no pudo ver su rostro porque la luz no era suficientemente alta para ello.

Creo que ya está murmuró y luego se dirigió a una de las esquinas del baño para sacar del botiquín un termómetro que después de un “pip” , hizo que la pantalla se prendiera de color naranja indicando que había bajado pero no lo que él esperaba.

Hmmmm, hizo y luego lo dejó a un lado.

¿Qué pasa?

Aún no baja lo suficiente habló. Él se dió la vuelta y salió del baño dejándola sola sentada dentro de la bañera.

Patria aprovechó para tratar de ponerse de pie y ver si podía salir de ahí, pero el dolor de las costillas era tan fuerte que no pudo moverse lo suficientemente rápido; él volvió con un balde y sin decir nada lo hecho al agua.

¡Qué te pasa! gritó al sentir los hielos cayendo sobre su cuerpo.

No puedo dejar que la temperatura suba dijo firme y seguro de sus palabras.

¡Pero no así!, ¡¿qué no tiene tacto?! le regañó la joven mientras movía las piernas un poco desesperada para que los cubos no le quemaran la piel.

El general no respondió, se quedó firme observándola con esa mirada penetrante que atravesaba la obscuridad y que provocaba que ella girara su rostro hacia otro lado. Después se agachó, tocó el agua y se quedó pensando si era suficiente hielo o tenía que ir por más.

Esperaremos aquí a que la temperatura baje después le daré algo de ropa y la llevaré a su habitación.

El bunker no es una habitación respondió ella sintiendo de nuevo el frío por todo su cuerpo.

No hablo del búnker, hablo de una habitación dentro de la casa le corrigió el general sorprendiendo a Patria por completo.

¿Por qué el cambio?

Por seguridad mía, si los conflictos llegan hasta acá necesitaré refugiarme, no quiero morir a causa de una bomba que caiga encima de la casa comentó con naturalidad.

Por unos momentos Patria llegó a pensar que el general tenía un poco de calidez en él sin embargo, con esa respuesta comprobó que se había equivocado y que no debía dejarse llevar por esa impresión.

Si tanto teme por su seguridad ¿por qué no me deja ir?, ¿por qué tomarse tantas molestias? le preguntó de manera desafiante.

Ya te dije que soy un hombre de honor, me gusta resarcir lo que hice mal.

Más bien no se quería quedar con la culpa de haberme matado ¿cierto?, porque a comparación de las otras veces que lo ha hecho yo soy inocente.

¡No se atreva a decir eso!, ¡usted no me conoce!, ¡no sabe quién soy! Exclama enojado.

Sólo sé que un general de la DETT ha visto y hecho cosas inimaginables en nombre de su país, así que no dudo que me mate mientras duermo ¡Por qué no me mata de una vez y me va a tirar al desierto como suelen hacerlo cuando quieren desaparecer gente!

¡BASTA! ¡BASTA YA! Gritó con fuerza haciendo que su voz tenue cambiara a una más agresiva e invadiera el baño. Él aventó su cuerpo hacia delante provocando qué Patria se hiciera para atrás en la bañera debe sentirse afortunada de que no la dejé morir.

No sé cuál es la fortuna respondió ella cuando me encuentro encerrada en un búnker con la ropa llena de orines y con la temperatura tan alta que me hizo delirar porque usted prácticamente se fue. Si la fortuna es estar viva de esta manera entonces mejor no me mantenga con vida, lléveme ahora mismo al desierto, pégueme un disparo entre ceja y ceja y déjeme ahí.

¡Eso es lo que quieres!, ¡eso es lo que quieres! Gritó y tomo la muñeca de Patria y la jalo hacia él para sacarla de la bañera.

Ella gritó del dolor cuando movió los miembros de su cuerpo que se encontraban lastimados. La habitación, de repente, comenzó a dar vueltas y sintió cómo todo su cuerpo se debilitaba sin poderse sostener; momentos después se desvaneció.

«Hoy no Patria, hoy no...»

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