Capítulo 10
Era el atardecer cuando Diego llegó al hospital.

—Diego, qué bueno que llegaste, vamos a cenar juntos.

Luciana, al ver sus mejillas algo hundidas, sintió compasión pero también una inevitable llama de celos.

¿Por qué Diego seguía tan preocupado por Sofía cuando ella ya era prácticamente una inválida?

Pero no lo demostró.

Ahora que Diego estaba deprimido, aprovecharía esta oportunidad para destacarse y hacer que Sofía desapareciera definitivamente de su vida.

Con delicadeza, empujó a Diego hacia la mesa y colocó la comida frente a él:

—Diego, los guardaespaldas me dijeron que no has comido en todo el día, ¿cómo puede ser eso?

—Entiendo que estés preocupado por Sofía, pero no puedes descuidarte. Si Sofía te viera así, ¿no crees que se sentiría mal?

—Toma, este caldo de pollo lo estuve preparando toda la tarde, pruébalo a ver qué te parece.

Ante las atenciones de Luciana, Diego finalmente se relajó un poco.

Tomó el tazón y le dirigió una sonrisa amable: —Está delicioso, Luci, cocinas muy
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