Capítulo 3

-Armando habrá llegado de su gira deportista. ¿Vino con amigos e hizo una fiesta? –Me pregunté mentalmente y al ver una cartera roja en el mueble, me dirigí apresuradamente a la habitación. No era mía y no era usual en mi marido, traerme obsequios destapados y dejarlos regados.

Empujé la puerta con agresividad y percibí una escena que me dolió en el alma. Armando estaba acostado de medio lado en la cama hurgando su celular, pero no estaba solo, unos cabellos rubios reposaban sobre su pecho.

-¡Armando que es esto! -Exclamé con toda la ira que estaba sintiendo.

-¡Andrea, estás aquí! Creí que habías viajado para una gira de danza -dijo un poco nervioso, al no hallar donde meterse.

-Te dije que mis alumnos irían a esa presentación, no yo ¡Jamás escuchas lo que digo!

-¡Eso había entendido¡ ¡Que no regresarías hasta el miércoles! –dijo él con una gran molestia, como si no estuviese pisando mi casa e interrumpiera algo importante.

-¡¿Para que deseabas que estuviera de viaje?! ¿¡Para montarme los cuernos sin que yo me enterara!? –Dije gritando.

-¿Qué sucede? –Dijo la mujer despertándose, con la mano en la cabeza como si pasara un ratón de la noche anterior.

La reconocí. Era la actriz que salía en las propagandas de refresco en traje de baño al lado de Armando. Había creído que solo era por publicidad, pero al parecer su relación había llegado a la intimidad.

-¡¡¡¿Desde cuando te acuestas con ella?!!! ¡¿Y por qué lo haces?!

Cualquier mujer cobarde huiría despavorida al presenciar esa escena de terror. Pero mi orgullo no me iba a correr sin antes seguir gritando e intentar humillarlos hasta calmar mi dolor.

-Deja el escandalo Andrea, que no me siento bien.

Al parecer bebieron toda la noche, en su expresión vi que casi se vomitaba.

-¿Qué hace ella aquí? ¿Dijiste que la terminarías? –Intervino la rubia mirándome con total desprecio.

Él la miró nervioso y le hizo señas con actitud de calma.

Se levantó de la cama, mientras yo miraba su cuerpo totalmente desnudo, tomó una toalla y se cubrió desde su cintura, mientras él se me acercaba yo salía de aquella habitación, llorando. Me daba asco imaginar todo lo que esa Maldit* había hecho con mi marido.

Se me paró al frente, en el pasillo. Con todo el enojo que tenía al sentirme traicionada esperaba perdonarlo. No podía imaginar una vida sin él. Cuatro años de relación en concubinato no la podía echar a la borda por una incomprensión. Probablemente fueron los tragos los que los llevaron al error y se sentía arrepentido. Así que solo esperaba sus suplicas, para borrar ese incidente y tratar de actuar como si no hubiese pasado nada. Sabiendo que sería difícil, pero lo iría a intentar.

Yo estaba muda, mientras él me miraba con los ojos aguados.

-Me da pena por ti, Andrea. Yo quería terminar contigo de otra manera, pero…

-¡Ya va! ¡¿Qué?! ¡¿Quieres terminar conmigo?! –Exclamé fuertemente, esperando que mi respuesta fuese negativa y que él se hubiese equivocado con sus palabras.

-No me perdonarás por lo que viste, así que, agradezco todo lo que has hecho por mí estos años.

-Podría perdonarte, si me pides una disculpa y me das alguna explicación –dije entre nervios, en realidad, no quería perderlo.

-No es necesario Andrea y no hay explicación. Estoy en una relación con Milagros desde hace meses y queremos formalizarla.

-¿Qué? ¡No, no, no! –Sentí, como cuando te anuncian la muerte de un familiar querido. Terriblemente- Dime que esto no en cierto Armando. Te perdono, no me vayas a dejar.

-Lo siento Andrea, entre nosotros no he sentido amor –se excusó.

-¿Y con ella sí? -Pregunté con molestia- Ella solo está contigo por la fama y el dinero.

-¿Y tú no? Siempre te he visto como una mujer interesada.

No lo pude soportar, la que estaba quedando mal parada era yo, cuando él no tenía ni un milímetro de remordimiento por haberme sido infiel. Antes de que se volteara, agarré mi palma derecha y se la planté sobre la cara. –¡Idiota! –le dije en voz baja.

-¡Lárgate, que Armando no te quiere, entiéndelo!

-¡Cállate estúpida! –Le dije a esa rubia que ni se había parado de la cama cuando entré de nuevo a la habitación. Tenía dos opciones y opté por la segunda. Me fui al closet y en tres maletas grades metí todo lo que estuviese a mi alcance.

-Mírala ve, se está llevando hasta el espejo de la peinadora –dijo mi peor enemiga.

-Déjala, compraremos otro. –Dijo Armando al asomarse a la habitación y alejarse para evitar que yo le diera otra cachetada.

La que se merecía que la estrangulara era la modelo, esa era la primera opción. Pero mi tiempo estaba contado y debía salir de ahí lo más rápido posible. Ya las cataratas de mi llanto hacían charcos en el suelo. Bajé al estacionamiento. Me subí a mi auto y arranqué con prisa a casa de mi amiga.

Todo lo había perdido, todo. Mi vida afortunada estaba al lado de ese hombre. ¿Y qué iría hacer ahora? Eso no lo sabía, y no podía pensar. La ira, el odio y la desesperación me carcomían en ese momento. Estaba pobre, sola, triste y traicionada.

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