Walter me come a besos y yo puedo pasar mi lengua por sus bien tonificados músculos de sus brazos, hombros y mucho más abajo. Sube sus labios hasta mi cuello, acaricia mi oreja mientras yo rodeo su ancha espalda con mis brazos y suelto gemidos.
—Zaideth, Zaideth —me susurra al oído—. Tienes un rollito en la barriga.
Abro mis ojos y me siento con rapidez en la cama.
—Mierda —mascullo mientras llevo una mano a mi rostro.
Cierro los ojos y a mi mente llega el recuerdo de aquel sueño donde Walter y yo teníamos sexo. ¿Cuánto tiempo he tenido sin sueños húmedos?
Me estoy volviendo loca, definitivamente. No, Walter me está volviendo loca.
—Serán unas semanas, haremos todo lo que tú desees y te puedo asegurar que no te vas a arrepentir.
Aprieto mis piernas y siento mi entrepierna húmeda. Estuve a punto de decirle que sí, por un momento me vi encima de él devorándolo a besos, sumergiendo mi lengua en su boca.
Sacudo mi cabeza para espantar aquel recuerdo. ¿Tan desesperada estoy por tener sexo