—Cariño, no llores, de lo contrario, realmente te antipatizaré. Ahora tienes los ojos rojos de un conejito.
Diego vio que Luna iba a llorar, recordó que había oído hablar de que las mujeres embarazadas no podían llorar, por lo que se apresuró a bromear.
Aunque dijo así, se podía ver la preocupación