Juliana bajó los ojos y miró, y parecía un poco desconsolada cuando vio que las joyas que le dio Javier Román fueron pisoteadas en el suelo.
—¡Qué va! Si señor Torres quiere darme regalos, ¿porqué no los aceptaré? —ella contestó con una sonrisa artificial.
Sea como sea, con el dinero, baile el perro