En la pequeña canasta solo había un par de peras, claramente recién recolectadas, justo cuando Juliana y Sonia llegaron.
—Vine a verte a ti y a Ánsar después del desayuno.
Juliana, siempre dulce, abrazó a señora Lago y pellizcó las mejillas de Ánsar.
También presentó a Sonia a Antonia.
—Ella es mi n