El capitán Trevor detuvo al sujeto que desgarró al pobre hombre, arrancándole las tripas, el corazón y los ojos. En efecto, era un tipo desquiciado, que se alucinaba un vengador anónimo. Fue identificado como Barry Johnson y tenía varios crímenes en su haber. Era parte del clan satánico. Lo reclutaron en los suburbios y también se decía descendiente de los vampiros, que bebía sangre y que veneraba a McCloud.
-La ciudad asolada por vampiros-, tituló en primera plana Hill, cuando Alessia retornó a la redacción con la información brindada por Trevor a todos los medios sobre las confesiones de Barry Johnson.
-¿Qué pasa que todos están locos en este país?-, se quejó Waldo, arremolinado a su silla.
-Toda la vida han existido sujetos desequilibrados-, le recordé. A mí me preocupaban y mucho esos miembros del clan. Eran violentos, sádicos, se alimentaban de sangre como ese tal Johnson y estaban obsesionados en acabar con los licántropos, alucinándose vampiros. Me aterraban.
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