La gente se retiraba, ya eran más de las tres de la mañana y Alberto Del Toro decidió que era buena idea volver a casa. Ya habían cumplido con su deber de amigos con la familia Duque, pero su esposa se sentía agotada por el trasnocho y Juliana debía ir a la universidad al día siguiente.
— Alejandro ¿te quedas? – su primogénito negó. Observó a Margarita cuchicheando con su hermana y la imaginó con una niña en los brazos un domingo de asado en su casa.
< Mierda debo dejar de divagar. Pensó incomodo >
— ¡Me voy con ustedes papá, me quedo en casa para desayunar tortitas con beicon hechos por Eneida – sonrió consentido y su padre negó con la cabeza.
— ¡Anita, querida! – Anna fue directo a los brazos de Alberto y su hijo