Capítulo 31

Saravi.

Sin poder controlarlo, el llanto sale de mí sin reparo, ¿por qué? ¡¿Por qué?!

Unas manos cálidas se unen las mías, mientras agachado centra su mirada en mí con el ceño fruncido —y preocupado—. A pesar de su rabia, a pesar de su decepción, hay cierta preocupación en el rey ante mi inestabilidad.

—Ven, levántate del suelo —dice tratando de acomodar mi cuerpo junto al suyo.

Entonces yo niego varias veces queriendo hundirme más, quisiera que la tierra se abriera y me tragara de una buena vez. Eso quisiera.

—No… —logro pronunciar casi en susurro—. Déjame aquí, yo pertenezco aquí Kalil. Yo pertenezco a estar en suelo.

Los sollozos salen cada vez más fuertes de mi boca, y yo no hago ninguna acción para minimizarlos. De forma automática Kalil termina por derrumbarse en suelo para tomarme en sus brazos, envolviéndome en ellos. Su pecho sube y baja agitado mientras aprieta mi cuer

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