Realmente no sé cuantos minutos pasan, ambos nos quedamos viéndonos. Es entonces cuando su expresión discreta desaparece y me hace ver un reflejo de tristeza y pesar en su rostro. Debe estar confundido viéndome aquí, debe estarse haciendo muchas preguntas en la cabeza; y yo debo explicarle todo.
Estoy por dar un paso, cuando en ese instante alguien a mi lado se coloca y rodea mi cintura con un brazo para mantenerme en mi sitio.
― ¿Qué pretendías hacer? ―La voz hostil de Fausto susurra en mi oído, ―si tu movimiento es correr a sus brazos para pedirle consuelo, déjame decirte que con solo apretar el botón de mi celular puedo conseguir que desaparezca tu hija, y eso hará que nunca más la vuelvas a ver.
Mi corazón late desbocado por el miedo que se apodera de mí. Imágenes terribles se instalan en mi mente, estoy segura de que el abuelo puede causarle un mal a mi inocente hija; sin embargo, no me detengo, algo dentro de mí me impulsa.
―No dejaré que el abuelo le toque un solo cabello a mi