Capítulo 4

—¡Oh por Dios! —la voz cantarina de Jade hizo que su cuerpo tensado se relajara—. ¿Así recibes a tus visitas?

—Hola Kayla —se acercó Mickey con una sonrisa en los labios—. Te sabes defender, eso me gusta.

Kayla dibujó una sutil sonrisa en su rostro, y casi quiso soltar su risa más histérica al pensar que pudo haberse tratado de Darren. 

—Lo siento, creía que era...

—Ese tipo sí que te jodió ¿no? —añadió Jade con mirada preocupante pero sin borrar la sonrisa de su rostro.

Kayla guardó silencio, ¿qué si la había jodido? Pues sí, después de haberla obligado a dejar a un lado a todos sus amigos, e incluso revelarse en contra de su hermano, la había convertido en una chica llena de miedos.

—¿Qué hacen aquí? —decidió cambiar el tema de conversación.

—Hemos venido por ti, algo nos decía que nos dejarías plantados, es mi cumpleaños y tu querida, eres mi invitada de honor, así que cierra tu casa porque nos vamos —Jade la tomó del brazo e hizo que saliera, arrancándole el cuchillo y aventándolo cerca de la maseta que estaba colocada por fuera a la entrada de su casa.

—Pero... ni siquiera tengo ropa adecuada...

Kayla traía puestos unos shorts cortos, hacía mucho tiempo que no se ponía unos, porque a Darren no le gustaba que enseñara las piernas, decía que solo provocaba a los hombres con esa clase de ropa.

—A mí me parece que te ves bien —dijo Mickey, quien no le había apartado la mirada de encima.

Sintió que sus mejillas ardían, y bajó la mirada.

—¡Ese no es problema, te arreglarás en mi casa, tengo montones de vestidos para una ocasión como esta! —Jade sugirió sin perder el entusiasmo que la caracterizaba.

Su sonrisa se atenuó cuando después de varios minutos en los que ambos intentaron convencerla, terminó aceptando, colocó la clave del sistema de protección que tenía su casa y le envió un mensaje de texto a su hermano, sonrió queriendo que este fuera un inicio nuevo, y se marchó con sus nuevos amigos.

TRES HORAS DESPUÉS, A UNOS CUANTOS KILOMÉTROS DE DISTANCIA...

—¡No puedo creer que estés aquí! —exclamó Ana Karen, abrazando a Owen y regándole unos cuantos besos en el rostro mientras enrollaba sus delgados y casi esqueléticos brazos alrededor de su cuello.

Owen revisó el nuevo mensaje que le había llegado de Kayla, tecleó una respuesta rápida y lo envió de regreso.

—¿Otra vez ella? —el tono de voz de Ana Karen tenía un destello de molestia.

—Ana, ya lo hemos hablado, es mi hermanita, no voy a abandonarla, ella fue quien me convenció de venir a verte —Owen frunció el ceño.

—¡Y se lo agradezco, pero es que desde que has llegado, cada hora no dejas de revisar el celular! —chilló Ana apartándose de él y tomando asiento en la orilla de su cama.

—Desde que murieron nuestros padres es la primera noche que lo pasa sola, entiéndeme, ella es mi mundo y... si le pasara algo, jamás me lo perdonaría.

—No le pasará nada, estará en una fiesta con sus amigos —Ana comenzó a mirarse el esmalte perfecto de sus uñas, cansada de tener que hablar de Kayla.

Owen reprimió el deseo de decirle que desde que iba en carretera, sintió algo en el pecho, una sensación extraña y que solo le ocurría cuando Kayla estaba en problemas, algo le preocupaba, y mucho, era como si supiera que algo le iba a pasar, pero decidió guardárselo para el solo.

—Hablando de cosas más interesantes...

Ana se dirigió a la puerta y le puso pestillo, la casa era enorme y su abuela de ochenta años ya estaba dormida, solo estaban ellos tres. Se dio la media vuelta y comenzó a quitarse cada prenda que cubría su cuerpo, dejándose puesta una ropa interior demasiado sexy y provocativa.

—Creo que es hora del postre —sonrió subiéndose a horcajadas sobre él.

—Antes tengo que responder el mensaje de...

Ana Karen, cansada de esa situación, le arrebató el celular y lo apagó, lanzándolo hacia un extremo de su habitación, cayendo sobre el sillón individual que usaba cuando hablaba por teléfono con alguien.

—¡¿Pero qué haces?! —Owen abrió los ojos como platos.

—Tu hermana estará bien, déjala disfrutar su noche con sus amigos, cuando tú y yo terminemos de comernos el postre —Ana comenzó a besarle el cuello como una posesa—, Podrás mandarle por milésima vez un mensaje.

Owen se quedó callado, no podía hacer nada, deseaba a su chica, así que se convenció de que nada podía ocurrirle a Kayla en tres horas, después le marcaría y ella le diría que estaría en cama, o al menos eso era lo que quería creer.

—Tú ganas nena, esta noche te haré disfrutar como nunca.

Y diciendo eso, cerró los ojos y se olvidó por completo de su hermana, entregándose a la pasión del momento, sin saber que Kayla corría más peligro del que imaginaban.

AL MISMO TIEMPO, A UNOS CUANTOS KILOMÉTROS DE DISTANCIA: RESIDENCIA MONT...

La suave tela del ajustado vestido rojo parecía una segunda piel, era sencillo, sin mangas y mostraba un poco más de piel de lo que hace años no mostraba, su escote era decente y el maquillaje que le había aplicado Jade, resaltaba el verde de sus ojos, mientras que su cabello castaño oscuro, caía sobre sus hombros en ondas.

—¡Mierda! Sí que pareces otra persona —musitó Jade, anonadada y satisfecha con el resultado de su trabajo—. Es increíble que ocultaras tanta belleza debajo de esa actitud hostil y esa vestimenta tan desenfadada que sueles usar.

Los ojos de Kayla no dejaban de recorrer cada detalle de su cuerpo, le gustaba como le quedaba aquel vestido, y recordó tener unas curvas de muerte que Darren la obligaba a ocultar, unas piernas largas y bien estilizadas, su pecho no era demasiado grande pero era de un tamaño promedio; ni muy grande pero tampoco muy pequeño.

—Eres muy hermosa...

La voz varonil de Mickey hizo que diera un respingo, los invitados ya habían llegado, y de fondo la música no dejaba de sonar, Mickey estaba recargado sobre uno de los extremos de la entrada de la habitación de Jade, bajo el umbral. Admirando el aspecto de Kayla, quien no pudo ocultar su nerviosismo ante tal mirada llena de ternura.

—Gracias.

Jade giró los ojos y sonriendo se alejó de ellos.

—¡No tarden tanto, par de tórtolos! —Exclamó saliendo de su habitación para unirse a su fiesta, a la cual habían asistido varios chicos de otras preparatorias.

Mickey cerró la puerta y metió las manos en ambos bolsillos de su pantalón.

—¿Estás nerviosa?

Kayla se removió en su sitio, su corazón comenzó a latir con fuerza.

—Un poco.

Mickey pudo darse cuenta de la preocupación de Kayla, así que sin dudarlo más, se acercó hasta ella y la envolvió con sus brazos.

—Eh, no tienes nada de qué preocuparte, él no estará aquí, la policía lo está buscando —le susurró anclando sus ojos en sus labios—. A más, no voy a permitir que nada te pase.

Kayla al sentirlo tan cerca, sintió el deseo de besarlo, por lo que casi hablando con la mirada, Mickey supo lo que quería.

—¿Estás segura? —su profunda voz retumbó en sus oídos.

Ella no dijo nada, solo asintió con la cabeza mordiéndose el labio inferior. Mickey la estrechó poco a poco contra su cuerpo y la besó lentamente, su lengua penetró su boca y ella aceptó juguetear con la de él, sabía a alcohol, y a cigarrillo. Le gustaba, ¿hace cuánto que Darren había dejado de besarla de esa manera? Sus manos se deslizaron por sus curvas hasta llegar a sus nalgas, Kayla temblaba del nerviosismo de no saber que hacer, toda su vida había estado con un solo chico; Darren, y el sexo siempre era como a él le gustaba, no le permitía hacer nada, moverse como ella quisiera, todo se trataba siempre del placer de él.

—No sabes cuánto tiempo llevo soñando esto, te deseo tanto Kay, quiero... protegerte —puntualizó lo evidente llevándola a tientas hasta la cama.

La recostó con delicadeza y se colocó encima de ella, abriendo sus piernas con ternura, colocándose entre ellas para después besarla, sus labios eran fríos pero al mismo tiempo sus movimientos lentos y bien estudiados, hacían que una explosión de emociones la invadiera, recorriendo todo su cuerpo hasta llegar a convertirse en un cosquilleo, mismo que invadió su sexo.

Cuando Mickey comenzó a lamer su cuello, titubeó, solo por un segundo, lo suficiente como para que la sorpresa de ver a un Darren furioso, detrás de Mickey, viendo con desaprobación lo que estaba haciendo, hiciera que abriera los ojos como platos, y se cuestionara si aquello era real.

—¡No! —gritó ella al ver como Darren levantaba un bate y golpeaba en la cabeza a Mickey, haciendo que perdiera el conocimiento.

Darren lo quitó de encima de Kayla como si fuera un pedazo de b****a estorbosa, y sonriendo la miró.

—Has sido una chica muy mala, mi tierna e inocente Kay.

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