Clara se sintió confundida por la rápida transformación de Carlos. ¿Cómo era posible que, momentos antes, estuviera sonriendo y ofreciendo traerle mariscos, y ahora parecía estar en un estado tan preocupante?
Clara se apresuró a preguntarle dónde estaba y se dirigió hacia él.
Carlos estaba recostado en el sofá, su rostro pálido estaba enrojecido, y su voz sonaba débil como la de un gato maullando. Miraba a Clara con sus grandes ojos negros, suplicando ayuda.
—Hermana Clara, me siento muy caliente.
Clara extendió la mano para sentir su frente y notó que estaba ardiendo en fiebre.
—¿Tienes algún otro malestar además de la fiebre?
El viento soplaba fuerte, y una gripe no debería llegar tan rápido, a menos que haya alguna condición subyacente.
Siendo estudiante de medicina, lo primero que le vino a la mente fue su propia profesión. Rápidamente en su mente, buscó posibles síntomas que podrían causar fiebre repentina.
Carlos se aflojó la corbata y desabrochó impacientemente los botones de su