Capitulo 2

La sangre se ha secado, pasó de un rojo vivo a un marrón algo oscuro. Oscuro como la turbia mirada de Oliver, sujetando mi pasaporte en sus manos aún manchadas. Dejándome con el culo al aire sin opción a seguir negando mi verdadera identidad.

—¿Por qué estoy aquí?

Debería estar alarmada, preocupada, y asustada. Pero solo estoy curiosa por saber el motivo por el cual me han traído.

—Antes decías que querías llamar. Te doy la opción de llamar a tu padre.

—Deberías limpiarte la herida... Es solo un consejo. —No estoy preocupada por su estúpida cara.

Solo necesito ganar un poco de tiempo. Asimilar que estoy metida en un lío bien gordo, y que dependo de mi padre.

—Entraré al baño a lavarme la cara, tú deberías vestirte.

En cuanto él pone un pie en lo que deduzco es el baño, rápidamente me pongo la camiseta de Oliver, la cual no tapa demasiado, a lo que me veo obligada a enrollar la sábana a mi cintura.

—¡Estúpida, zorra! —le oigo maldecir.

Mis manos tiemblan constantemente, y tengo una sensación desagradable recorriendo mi cuerpo.

Ojalá mi padre no haya cometido una estupidez.

¿Qué puede tener tanto valor para él?

Camino arrastrando la sábana por el suelo hasta llegar a la otra puerta.

Deslizo mi mano por la manilla indecisa por abrir la puerta o quedarme quieta. Mis nervios aumentan, y sin pensarlo dos veces, giro la manilla y abro despacio con sumo cuidado.

—¡Cierra!

La potente voz de Oliver hace que mis manos vuelvan a temblar.

—No tienes escapatoria, Cassy.

Su voz se suaviza, pero sus palabras suenan a algo horrible y desagradable.

Evito tener pensamientos turbios, e intento calmarme para no entrar en pánico.

—Tengo una hermana de tu edad —dice algo melancólico, captando mi atención en seguida. —Lleva casi dos años desaparecida, tanto Alejandro cómo yo llevamos dos años sin saber lo que es tener paz interior. Alejandro piensa que es el karma, cuando haces cosas malas la vida te lo devuelve.

—¿Qué tiene que ver conmigo? —lo interrumpo frenética.

—Mucho, tu querido padre tiene a mi hermana pequeña. La cual tengo entendido; dio a luz a un bebé hace unos meses, fruto de las múltiples violaciones por parte de él.

Siento mi boca seca, mis labios escuecen y mi corazón al borde de un infarto. Un leve mareo me obliga a precipitarme a la cama, sentarme y mantener mi mente despejada.

—Quiero recuperar a mi hermana, Cassy. Y prometo que no sufrirás ningún daño mientras ella siga viva, pero juro que si le pasa algo... —aprieta sus dientes y entonces me fijo en él, en su rostro ya limpio, pero lleno de dolor.

—Lo que dices es imposible —interrumpo.

Oliver vuelve a cambiar de parecer, sus facciones se endurecen, y camina decidido hasta llegar a mí.

Me incorporo de inmediato. No soy tan alta como él, pero al menos me siento menos insignificante.

—Si le pasa algo a Sandra, juro que lo pagarás con tu vida.

Me siento incapaz de articular ni una sola palabra coherente. El miedo invade cada rincón de mi mente, con maletas incluidas instalándose de manera indefinida.

Aun así mantengo una postura digna, no quiero que note lo vulnerable que me siento ahora mismo.

Sus manos aprietan mi barbilla al mismo tiempo que me desafía con la mirada. Por un momento me siento algo confusa por la proximidad de sus labios, como si tuviera la intención de querer besarme, pero la puerta abriéndose hace que Oliver me suelte de mala manera.

—Ya le dije a tu mano derecha que no iba a tocarla.

Mi cerebro ordena toda la información para ser asimilada con más facilidad, pero se me hace muy difícil pensar que mi padre ha podido hacer algo tan perverso.

En cuanto tengo los pies sobre la tierra de nuevo, mis ojos solo se clavan en el que supongo es Alejandro. Algo mayor que Oliver, aunque muy parecidos, ambos tienen los ojos verdes, pelo castaño, más altos que yo, aunque Alejandro no parece tan enfadado con la vida como se ha mostrado su hermano.

—Te he traído algo de ropa —dice ofreciéndome una pequeña bolsa. —Ya me han informado que llegaste en malas condiciones, y me gustaría disculparme por ello. Ahora, podrías vestirte para que podamos hablar sobre un tema bastante importante.

Se me eriza la piel de nuevo, provocando el frío invernal de hace tan solo unas horas. Aunque Alejandro parece una persona pacífica, no lo conozco y puede cambiar de un momento a otro.

—No soy culpable de lo que hace mi padre —le aclaro con frialdad.

No somos amigos, he sido secuestrada, y amenazada por parte de su hermano. Y dudo mucho que lo que vaya a decir se tome en cuenta.

—Ya le he dejado las cosas claras.

—A diferencia de lo que te haya dicho mi hermano, yo te quiero informar que eres nuestra invitada, que no tienes nada que ver con nuestros negocios, que nadie te hará ningún daño y que una vez mi hermana se encuentre de regreso a la casa, tú también serás libre de volver a la tuya.

Le rezo a todos los dioses que conozco para que mantengan a salvo a esa chica, aunque todavía no me cabe en la cabeza que mi padre haya sido capaz de cometer un error de tal calibre.

—Dijo que me mataría...

Alejandro acribilla a su hermano con la mirada y acto seguido se esfuerza por mostrar una falsa sonrisa. Ninguno de los dos está en sus cabales y ambos me transmiten desconfianza.

—¿Y si tu hermana no vuelve? ¿Qué pasará conmigo?

Alejandro aparta la mirada sobre mí y Oliver sonríe con evidencia.

—Si te pones la ropa podrás comer algo, me imagino que estarás hambrienta.

Eso me hace recordar que tengo sed, que mi estómago duele, pero más por los nervios de toda la situación que por el hambre que tengo.

Aun así, asiento. Por el momento solo debo saber en qué parte estoy. Conocer lo que me rodea, y poner en marcha los métodos de supervivencia que he visto en tantos programas de televisión.

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