Amor Forzado
Amor Forzado
Por: W. Blake
Capitulo 1

Los momentos más insignificantes de mi vida pasan a ser algo único, especial e irrepetibles. Cosas que para otros no tienen importancia alguna, como el simple hecho de poder despertar en mi cama, o un tierno beso de la mujer que me trajo a este mundo.

Tengo recuerdos de momentos que pensé había olvidado, como la primera vez que mamá me dejó ir sola al colegio, o el primer beso de aquel chico que no consigo recordar el nombre, pero sé que fue en primaria y que después del beso, ambos salimos corriendo por la vergüenza.

Momentos únicos que no volveré a vivir jamás.

Evito mirar a mi alrededor y contemplar con tristeza lo que ahora me rodea, no es que tuviera una vida llena de lujos, pero comprada con esto, lo era.

Lo peor son los olores corporales, los que intento no respirar cubriendo mi boca y nariz con mi propia camiseta, a decir verdad, yo también huelo mal.

—Tengo sed...

Su mal aliento golpea mi cara, aspiro aquel repugnante olor que sale cada vez que ella abre la boca. Me niego a pensar que mi boca huele igual de mal o peor.

El agua, aquel con el que llenaba la bañera de mi casa, o el que dejaba correr del grifo cuando me cepillaba los dientes sin preocupación alguna, ahora se a convertido en un bien escaso, igual que la poca comida que nos dan.

Al principio esperaba mi parte cuando la mayoría de ellas peleaban por un trozo de pan. Mi parte; la que nunca llegaba. Me negaba a comportarme como una miserable rata, pero al igual que ellas, el hambre y la sed sacaron a relucir mis instintos más primarios.

—Tengo sed.

Una arcada hace que un asqueroso líquido suba por mi garganta, y mis ganas de vomitar vuelven.

Evito el contacto visual con ella, hago de mi cuerpo un ovillo rodeando mis rodillas con mis propias manos. Tengo los pies llenos de mugre, por no hablar de mi ropa, o de mi aspecto en general.

La poca luz muestra a la perfección la cruda realidad. Y es que yo no soy la única que está en malas condiciones. Todas lo estamos.

Algunas quejas llegan en cuanto el tráiler se pone en marcha, aunque me aterra llegar a donde sea que nos dirigimos, deseo salir de aquí lo antes posible.

Para no pensar en la comida o en lo sedienta que me siento, intento dormir todo lo que puedo, aunque los movimientos bruscos o el ruido me despierta cada dos segundos.

—Cassy...

Oigo su molesta voz, lo sé, soy una mala persona, pero la llevo escuchando desde hace tantos días, que todo se ha vuelto demasiado molesto para mí.

—Nos hemos detenido hace rato.

—Qué más da.

Nos detenemos cada X tiempo y nunca pasa nada, ahora no tiene por qué ser diferente a las anteriores.

Las puertas se abren, cada vez que lo hace es para que nosotras podamos salir de dos en dos a hacer nuestras necesidades. Pero esta vez no es en medio de la nada, es delante de un inmenso edificio de color gris, rodeado por una enorme valla que me recuerda a la de una frontera.

Los empujones no tardan en llegar por parte de los gorilas disfrazados de humanos, no es que lo hagan con mucha fuerza, pero estamos tan debilitadas que si soplara un poco de viento nos haría caer al suelo.

—¿Dónde estamos, Cassy?

Ahora puedo ver lo secos que están sus labios, los cuales se agrietan un poco más cada vez que habla.

—¡Camina!

El empujón me hace perder el equilibrio, mi estómago ruge una vez más, me siento incapaz de dar un paso más y menos seguir de pie.

Caigo.

Mi trasero impacta sobre el duro suelo,  un mareo me obliga a permanecer tirada. La chica de labios secos y ojos rojizos se agacha hasta mí, e intenta ayudarme.

Pero todo se vuelve confuso, silencioso, y un frío helado envuelve mi cuerpo.

—¡Cassy!

Su voz suena tan lejana, tan apagada. Tal vez esté gritando, pero apenas la oigo y en segundos la oscuridad se apodera de mi ser. Desconectado mi cuerpo de la realidad.

Días antes del secuestro:

No hables con desconocidos.

Puse los ojos en blanco, creo que había repetido esa frase como cien veces.

Mamá me apretó tanto entre sus brazos que sentí que me faltaba el aire.

No te preocupes, ¿sí?

Sabía que para mi madre era una situación muy difícil, pero estudia e ir a la universidad siempre fue lo que quise.

Llámame todas las noches antes de acostarte y procura comer como es debido.

Lo prometo.

Le di otro abrazo, y aunque no me sentía preparada para marcharme, era mi oportunidad de ser independiente y volar por mi propia cuenta.

Te quiero mucho, Cassy.

Y yo a ti.

Actualidad:

Gritos. Un hombre grita desquiciado y acto seguido un portazo que hace vibrar mi cuerpo. Me despierto desorienta, lo último que recuerdo es el empujón del hombre y haberme caído al suelo.

Me siento congelada, dolorida y veo borroso.

—¿Qué coño es esto?

Mi visión vuelve poco a poco a la normalidad, lo primero que detectan mis ojos es al gritón, y lo que me impacta es la sangre que brota de su mejilla.

—¡Sal de mi cama! —me grita furioso, señalándome con el dedo.

Me muevo asustada, percatándome de que huelo a limpio, y estoy completamente desnuda. Cubro mi cuerpo con la sábana e intento incorporarme.

Él me sigue con la mirada.

—¡Suelta mi sábana! —ordena.

Niego nerviosa aferrándome todavía más a ella. No pienso dejar que este imbécil me vea como dios me trajo al mundo.

Sus amenazantes pasos avanzando hacia mí, me hacen decir lo primero que pienso.

—Soy estudiante de enfermería, y se nota que tienes una herida profunda que se debe suturar.

—¿Me has visto cara de idiota?

Niego aferrando mis manos a la sábana.

—Puedo hacerlo si me facilitas el material que necesito.

—Ya tengo médico —aclara molesto. —Ahora dime algo, ¿qué hacías en mi cama?

Se detiene delante de mí, acerca sus manos a la sábana y tira de ella con fuerza, lo que hace que yo caiga al suelo, exponiendo mi desnudez ante él.

—¿Por qué no estás marcada?

Su pregunta me eriza la piel, mi miedo va en aumento y siento que el corazón se me va a detener en cualquier momento.

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