Felipe frunció el ceño al recibir la llamada y contestó rápidamente:
—Hola.
—Hola, señor Ramírez, ¿tienes tiempo esta noche? Estoy en Corrali.
Felipe respondió:
—Sí, tengo tiempo. ¿Dónde estás ahora? Puedo enviarte a alguien.
—No es necesario, estoy en un café llamado "Milagro" en este momento. ¿Puedes venir a buscarme? Si tienes tiempo, puedo mostrarte el estado de salud.
Por supuesto, Felipe no podía rechazar la oferta; además, estaba esperando que Ania le tratara el insomnio.
Después de colgar el teléfono, se levantó de inmediato para ir al café y encontrarse con Ania.
En ese momento, Ania estaba sentada en un rincón cerca de la ventana, con los ojos entrecerrados mientras miraba hacia afuera. Su café se enfriaba frente a ella, pero no le prestaba atención. Los camareros y clientes del café la miraban de vez en cuando.
No solo por su belleza, sino sobre todo por su destacada elegancia. Vestida con ropa sencilla, mostraba una tranquilidad y serenidad únicas. A diferencia d