“¿Qué sucede, Señor Larson? ¿Acaba de anunciar oficialmente su compromiso con la mujer que ama, pero en lugar de llevarla a su habitación, la arrastras a unos puentes para romancear?”.
El insulto fue como un par de manos sucias que rasgaron con fuerza la imagen de calidez de Garrison y Sotiria.
Garrison miró al hombre que estaba hablando y luego recorrió con la mirada a los otros cuatro hombres que estaban detrás de él.
“No los conozco. Váyanse. Dejen de molestarme”.
“¡Jaja! Puede que no nos conozca, pero nosotros lo conocemos a usted, Señor Larson. Honestamente, ha ofendido a alguien que nos pagó mucho dinero para traerle un regalo de compromiso. No nos iremos hasta que le hayamos dado ese regalo”.
Los cinco hombres avanzaron hacia Garrison y Sotiria como un muro negro y sofocante.
Ellos miraron con maldad a Sotiria, provocando que un escalofrío le recorriera la espalda.
Garrison no mostró miedo. Levantó sus cejas perfectamente formadas. “¿Qué tipo de regalo ha preparado él que