CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y SIETE
Aiden seguía sentado en la sala de estar, pensando en las palabras de su madre. Sus brazos los tenían apoyados sobre sus piernas y estaba ligeramente inclinado hacia adelante.
Además de tener toda una lucha en su cabeza, él tampoco dejaba de observar a Nate y a Elian, que seguían jugando con los autos de carrera y las pistas automáticas, sobre la alfombra. Ambos niños ensimismados en un mundo inocente.
Ellos eran ajenos a la pelea de poder que llevaban sus cabezas y de donde provenían, por eso ver a los niños jugar con tanta simplicidad y siendo tan amigos, hizo que Aiden recordara como con Lucca siempre los comparaban.
Aiden supuso que en su niñez ellos alguna vez jugaron juntos al igual que Nate y Elian, pero a medida que fueron creciendo, las rivalidades con su primo se hicieron presente.
Él sintió una pequeña punzada de molestia en su estómago y las tripas se le revolvieron, ya que esa comparación y esa competencia de quien era el mejor no había sid