Los rayos del sol que resaltan el blanco de la arena, la brisa perfecta. El mar rosa enjuagándoles los pies desnudos, el abrazo sincero. Sebastián quiere perpetuar el momento y agradecerle a su madre por lo dado y lo negado. Por impulsarlo hasta el triunfo y acompañarlo en la derrota. La compara con su equipo de fútbol y le da vergüenza el escenario. Le da pena, incluso, porque el recuerdo no tiene que ver con goles ni gambetas.
A Laura la ve como a ese tipo que no sabe muy bien si mañana comerá bien o comerá mal. Si en la planta seguirán precisando de su trabajo o si recibirá el año desempleado. Si la esposa le perdonará la infidelidad o si la hija volverá a verlo con admiración. El hombre desconoce casi todo de su destino, menos lo que hará el sábado en punto de las siete de la noche. Porque ese dí